lunes, 8 de junio de 2015

Día 54, 55, 56, y 57

Cuatro días de trabajo a tope antes de un fin de semana bonito.

El día 54 es de lo más normal. Turno de mañana con todo lo que ello implica y, después de una magnífica carbonara, reunión en la Accademia para ver qué tal lo llevamos y qué tenemos que preparar para la última sesión. Iba con todas mis ganas de hablar en italiano, pero en cuanto sale el tema de Vero (si, esa que duerme a mi lado en mi casa se llama así), no puedo contenerme y lo suelto todo el castellano. Os voy a ahorrar la mayoría de la charla, basta decir que es una guarra integral que deja todo sucísimo y no recoge nada, aparte de los ruidos y comportamientos poco respetuosos que tiene. Como deberes para el próximo día tenemos que hacer una memoria donde reflejamos el viaje, la estancia, los amigos, las actividades que hemos hecho, el idioma... Todo lo que hemos pasado estos dos meses y medio aquí.

Lo más memorable del día 55 es la pedazo salsa que nos sacamos del bolsillo Francesco y yo. Salsa robiola: cebolla, un ajo llamado scaloigno (o algo así) caramelizado, tomates secos, robiola y fondo. Está brutalísima con pasta. Todo un descubrimiento. Y todo por aprovechar los ingredientes de los botes abiertos.

El día 56 y 57 los cuento a la vez. Entramos en mayo y aquí eso significa cambiar de carta. Lo raro de ese cambio es que alguno de los platos nuevos son más propios de la temporada de otoño-invierno. Dentro de los postres también hay cambios, y me enorgullece decir que confían en mi para realizar esos cambios. Fuera el crèpe de castañas y dentro la crema catalana.


Cuatro días duros sin parar.

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