domingo, 18 de mayo de 2014

Día 48

Me despierto pronto, desayuno y me preparo un bocata para comer. Cojo el bus y voy a buscarlos a su albergue, que está situado justo en la plaza del mercado del jabalí. Me encuentro con el grupo de expedición de la compra, subimos y les ayudo a preparar el desayuno mientras terminan de prepararse todos. S. está escribiendo la postal que envían desde todos los sitios que visitan. En ella hasta mencionan mi presencia como guía y me hacen firmar. Cuando todos han desayunado y se están ultimando los bocatas de la comida, nos convocan a todos en la habitación más grande y... ¡regalo! Me muero de vergüenza. Me han traído una jarra de cerveza de Munich enoooorme. Me encanta tanto que prometo utilizarla para comer cereales mientras esté aquí, y cuando vuelva a Vitoria, nos tomaremos algo juntos con la jarra. Cogemos las mochilas y a patear. Tengo varias rutas posibles en la cabeza, pero elijo la que nos permita verlo todo antes para poder dejar tiempo para compras y maletas a la tarde, ya que ellos se van mañana muy pronto. Pasamos por el Palazzo Vecchio otra vez en dirección a Santa Croce. Después bajamos por el río hasta la Galeria degli Ufizzi y cruzamos el ponte Vecchio. Vamos hasta el Palazzo Piti y hacemos un alto para enseñarles la “plaza del tuerto florentina”. Pregunto si alguien tiene hambre, me dicen que no, y yo sugiero ir a tomar un helado en la mejor heladería de la ciudad. Oye, de repente hay hambre. La mención del helado es mágica para los estómagos. 
Y como no, hay tantos donde elegir que siempre queda alguno por probar. Veo que J. Ha cogido tarta de queso, y como ese no lo he probado, le robo una cucharada con todo el morro.
 La siguiente parada es en el Ponte Santa Trinita, ya que desde allí pueden hacer unas fotos preciosas del Ponte Vecchio. Las chicas se paran en los puestos de recuerdos y los chicos empiezan a aburrirse, así que les indico donde está la tienda de Ferrari. Todos contentos. Estamos ya en la Piazza de la Republica y queda muy poco por ver. Si hubieran venido a pasar dos días y medio, hubiéramos subido al Duomo al menos, pero están tan poquito tiempo que no da para más. Pasamos por la catedral en dirección a San Lorenzo, pues sólo nos falta eso por visitar. Comemos el bocata a la sombra y nos damos una hora para recorrer las calles adyacentes al mercado central, esas que están llenas de puestecillos. Algunos salen disparados, pero yo me quedo con mis compañeras para ayudarles con las compras. Tienen un espacio reducido, así que nada de gran tamaño. Van haciendo lista de deseo y les voy llevando a los puestos para cumplir sus peticiones. Poco antes de la hora acordada estamos en el punto de encuentro con tooooodo lo que queríamos.
Algunos vamos en busca de un restaurante con comida para celiacos mientras el resto va al albergue a descansar y preparar mochilas. Reservamos en uno cerca de San Marco y volvemos al albergue. Yo me voy con mis compañeras y nos reímos mucho contando historias y anécdotas pasadas a las “nuevas”. Compartimos un poco de chocolate que compraron en Milka cuando estuvieron en Munich, que rico. Es como estar en casa. Si el año que viene hacen otro viaje como este, haré todo lo que haga falta para poder ir con ellos. Como aun es pronto para la cena, organizamos dos grupos para ir a comprar alguna cosilla de última hora. El grupo 'expedición madera' parte hacia la tienda de regalos de madera con la moto gigante y los Pinochos. Yo, como no, guío a la 'expedición chocolate' hasta Lindt. Babas por todas partes. Volvemos al albergue y cuando llegan los que faltan vamos hacia el restaurante. No nos han podido poner en una sola mesa, así que nos distribuimos entre las tres que nos han reservado. Me toca con los monitores jefes y con gente que no conocía hasta el momento, pero me lo paso genial. Me encantan estos viajes entre colegas/monitores/entrenadores. Son como una gran familia. Algunos quieren ir de fiesta, pero yo acompaño a los que se quieren ir al albergue, ya que tengo que coger mi abrigo y mi superjarra de Munich. Pero la puerta del cuarto donde he dejado mis cosas está cerrada, y la llave la tienen las que se han ido de marcha; esperemos que no tarden mucho. Para hacer tiempo, ayudo a preparar los bocadillos para el viaje de mañana y justo cuando terminamos, se abre la puerta y entra mi salvadora con las llaves en la mano. M. y M. insisten en que vuelva en taxi a casa, pero mi decisión es clara. Si no cogí un taxi el día que llegué aquí, no voy a hacerlo ahora que me conozco los horarios de buses. Me despido de los que están en el piso, los besos y los abrazos vuelan por doquier, y prometemos quedar cuando vuelva a Vitoria.

Llego a casa muerta de tanto andar, se me habían curado ya las agujetas de estar con mi familia. Mando un mensaje para que sepan que he llegado y caigo en la cama casi dormida ya. Espero que les haya gustado estos dos días que han pasado en Florencia, desde luego, haberles acompañado ha sido todo un placer. Os quiero, chicos.

sábado, 17 de mayo de 2014

Día 46 y 47

Día 46 y 47

Lunes, a las seis de la mañana me despiertan mis dos compañeras de piso, que vuelven a casa ahora. Menos mal que hoy no trabajo, porque si no me las cargaba. Aprovecho el día para pasear, descansar y preparar todo para los dos días que van a pasar aquí los del interrail, que llegan mañana. No mucha novedad, así que me ahorro contaros este día.

Martes 22. Hoy me esperan muchas cosas, muchísimas.
Por la mañana trabajo, ya que así puedo pasar la tarde con los del interrail. Hoy no está A., así que después de preparar las patatas, mozzarella, espinacas... y todo lo que tenía que hacer, me encargo yo de fregar para que S. y F. puedan cocinar tranquilos. Termina el servicio y me pongo a limpiar, pero F. me echa de la cocina y me dice que me vaya con mis amigos. Me cambio rápidamente y llamo a M., el monitor jefe, para ver si han llegado bien. Quedamos para dentro de un par de horas, ya que han llegado hoy de Venecia y allí les ha llovido los dos días, así que muchos tienen la ropa mojada. Voy a casa y me preparo para la tarde y para la noche. Cojo mapas, la entrada para esta noche y sus billetes de tren para que puedan llegar hasta Berna cuando se vayan en un par de días, y a por ellos.
He quedado con ellos en la Piazza della Signoria que, como no, está abarrotada de grupos. Voy mirando hacia todos lados buscándolos hasta que los veo oteando la plaza en mi busca; bastante cómico. Abrazos, besos, miradas de “¿y quién es esta?” por parte de los que no me conocen... Me alegra muchísimo que estén aquí. Lo primero que hacemos es intercambiar las cosas que nos hemos traído. Ahora los billetes están en su poder y yo tengo por fin mi cargador de la cámara. Les cuento un poco la historia de la plaza y del palacio, así cómo el grabado en la piedra de la pared que da a la plaza. M. no para de hacer fotos, y por lo que me cuentan, es la fotógrafa oficial de todos los viajes. Me preguntan por esa heladería con helados tan ricos y por un mirador, y por supuesto, por un sitio rico donde puedan cenar 21 personas. Sitios ricos a raudales, pero mete tu a 21 personas en un comedor. Vamos directos a Leo's y aunque tienen un grupo antes, les hacen un hueco para las diez de la noche. Paseamos hasta el Duomo y lo rodeamos para que puedan verlo desde todos los ángulos. Nos paramos en el baptisterio para admirar las puertas de bronce mientras decidimos la siguiente parada. Como hoy no puedo estar mucho tiempo con ellos, nos decantamos por subir al mirador de Fiesole y después nos separaremos. Si meter 21 personas en un comedor resulta un pelín difícil, no queráis saber lo que es meter a 22 (me incluyo) más toda la gente aparte en un autobús. E. va validando los billetes como una profesional y nos preparamos para el viaje movidito hasta la última parada. Subimos la cuesta hasta el mirado, aunque para ser todos deportistas parecen demasiado cansados (es broma chicos, sé que llevabais muchos días pateando). Y... ahí está la ciudad en todo su esplendor. Las cámaras y los móviles vuelan de mano en mano sacando fotos, e incluso algunos reclaman que Espumadera salga del bolso. Como veis, ha hecho nuevos amigos hoy, muuuuuuchos nuevos amigos.
Volvemos a bajar hasta San Marco y allí me despido de ellos no sin antes indicarles una pequeña ruta para que se lo pasen bien hasta la cena. Cojo otro bus y me bajo en la parada anterior a la que debería, pero por suerte sigue estando cerca de mi objetivo. Encuentro mi asiento y empiezo a ponerme más y más nerviosa cuando veo que los bailarines empiezan a sacar a gente al escenario para saludar. Tengo suerte y me toca un padre con su hijo al lado que me dan algo de conversación y compartimos gominolas antes de que empiece el espectáculo. Por si no os acordáis, hoy voy a ver el Rocky Horror Show Live. Al principio creía que iba a ser una producción pequeña pero... oh, que equivocada estaba. Qué voces, en serio , qué voces. Imposible pensar ver esto en Vitoria. Me gusta tanto la función que hasta me compro la camiseta y el cd. De verdad, que maravilla. Me alegro de haberme atrevido a venir aún a riesgo de no entender ni jota, pero resulta que aunque el diálogo es en italiano, la narración es medio italiano medio español, y por suerte, las canciones son en inglés, como en la película original. In-cre-í-ble.

Cuando salgo ya no hay buses, pero tardo sólo 20 minutos en llegar a casa. Estoy llena de alegría. La visita del grupo de interrail me ha hecho sentir como en los viejos tiempos, sacándonos fotos, riéndonos... como cuando éramos niñas. Y el espectáculo ha sido la guinda del pastel de hoy. Ahora toca dormir, porque mañana toca día extraduro como guía turística.

Día 45

Me despierto un poco más tarde de lo normal y monto campamento en la sala para no molestar a las dormilonas del cuarto. Hago algo de limpieza y completo el cuaderno de prácticas hasta el día de hoy. Me hago una ensalada completita para comer y salgo para el curro. Me quedo mirando los contenedores de basura. Los de aquí son distintos a los de España. El marrón es para residuos orgánicos, el azul para la basura normal, y el amarillo para cartón y papel.
Hago mis tareas diarias con suma rapidez, pues ya me siento en esta cocina como en casa. Frío el pollo para la cena mientras S. hace el primer plato. Hacemos un poco de pesto casero y ordeno los frigoríficos para estar preparados para los clientes. Y esos clientes no llegan. Esperamos y esperamos, y cuando creíamos que nos íbamos a morir de aburrimiento... ¡una persona! Estamos tan tranquilos que F. me mira, hace una reverencia y me dice “tutto tuo”. No me lo puedo creer. Me pongo en marcha enseguida y meto el timbalo de melanzane en el horno. Mientras, cojo dos sartenes y preparo la salsa de tomate para el primero y las guarniciones para el segundo. Al menos son platos que controlo bastante bien, ya que he ayudado muchas veces a emplatarlos. El primero sale rápido y bonito hacia la sala y automáticamente me pongo con el segundo, que también me sale genial. Parece que tanto observar da sus frutos.
Después de este cliente vienen unos pocos más, pero no hay nada de ajetreo. F. comenta que dentro de poco esperar a otro tirozinante (un estudiante de prácticas) y, cito textualmente “Si viene alguien como Lidia, que es molto brava, bien. Pero si viene uno que se toca las narices, pues no”. Ay, no quepo en mi de gozo. Terminamos en día con unos postres y limpiamos entre todos para poder irnos antes a casa.

Cuando llego a mi cuarto veo que no están las otras dos ocupantes, así que me pongo una peli y a disfrutar de la noche del domingo.

martes, 13 de mayo de 2014

Día 44

Hoy el día comienza un poco mal, digamos. Desde hace dos días está en Florencia una amiga de V., mi compañera de habitación; y el año pasado estuvo alojada en mi casa durante su estancia de Erasmus. Si, menuda coincidencia. He ido a la compra y cuando he vuelto he visto que V. ha fumado otra vez en la cocina, así que he ido a la habitación a pedirle amablemente que no fume en la cocina, que por mucho que abra la ventana, apesta toda la estancia. Y... se ha cabreado. Al parecer estar en una casa de no fumadores y pedirle que no fume en la cocina es no entender sus necesidades como fumadora. En la pelea me ha soltado que T., su amiga, va a quedarse a dormir con nosotras tres días, que los caseros ya lo saben y que le han dado permiso. Ellos están de viaje, y me parece muy bien que venga de visita, pero también es mi cuarto y a mi no me han consultado nada. Así que, después de la pelea, V. ha decidido que no me va a hablar más en lo que queda de tiempo.
Me voy al curro y ordeno todo el pedido antes de ir a cenar con los compañeros. He traído morcilla de Burgos para que la prueben, así como un cuarto de Idiazabal. A F. le encantan las dos cosas e incluso me pide que le envíe comida cuando vuelva. Me da que esto va a crear una ruta comercial Vitoria - Florencia sin precedentes. En el servicio salteo las guarniciones y me encargo de los postres.
Ha sido un día cansado, y encontrarme con otra cama más no me agrada mucho. La chica es maja, pero V. no me habla, ni siquiera delante suyo, lo cual me parece otra falta de respeto enorme, no por mi, sino por su amiga. T. también fuma en la cocina, así que me alejo lo más posible de ahí y me voy al cuarto. Imposible no oírlas con las voces que dan aún teniendo las tres puertas que nos separar cerradas. Al final se vienen a dormir. Van a ser unos días muuuuy largos.


P.D.: No hay fotos estos días porque soy tan cazurra que me dejé en mi casa de Vitoria el cargador de la cámara y se me ha agotado la batería. Por suerte, el martes vienen los amigos del interrail, así que me lo traerán ellos. Buen viaje, por cierto, que hoy dormís en Munich si no me equivoco.

lunes, 12 de mayo de 2014

Día 43

Hoy toca día intenso en el curro, así que no hay tiempo para relajarse.
A la mañana preparo cuatro bizcochos grandes para los desayunos, 27 spuminos, crema pastelera y cuezo el hojaldre para el tegolino. Mañana superpastelera. También ayudo a emplatar los segundos y recojo un poco antes de irme a casa. Duermo un poco de siesta antes del turno de la tarde. Hoy también tenemos grupo, aunque no tan grande como el de ayer, sólo son 23 personas. Preparo las patatas para el grupo y de repente llega G., sor jefazo general, a decirnos que el postre que habían encargado no ha llegado. F. y G. se ponen nerviosos por momentos. El único postre que podemos ofrecerles es el spumino, pero no quieren tanto chocolate. G. pregunta si hay tiramisú para todos, pero es imposible. El nerviosismo aumenta, la temperatura empieza a subir, se miran de hito en hito... Levanto las manos y les llamo la atención. “Si me dais una hora, tenéis un postre”, les digo. Me miran como si no estuviera ahí. Doy una palmada y repito la oferta. Parecen despertar de golpe y me mandan a cocinar rápidamente. Todos me dejan en paz durante esa hora que he pedido. No dispongo de mucho tiempo ni ingredientes extraordinarios, así que me lo monto como puedo. ¿El resultado? Un pseudotiramisú que al menos nos salva del paso. No es para tirar cohetes, desde luego que no, pero los platos vuelven limpios. La reacción general es de absoluta adoración por haber venido esta tarde también, ya que sin mi, dicen, no habrían podido hacer un postre para 23 personas en una sola hora. Termino de recoger lo que puedo y me voy a casa cuando se cumplen mis horas límites en el curro. Estoy que no quepo en mi de gozo, imposible dormir. O eso creía, ya que en cuanto toco la cama no hay dios que me despierte. Por suerte mañana entro de tarde, así que tengo toda la mañana para descansar. Esperemos que no vuelva a pasar otra vez esto de quedarse sin postre. Qué nervios he pasado, madre mía; pero me alegro de que el resultado haya sido positivo.

Día 42

Ay, que día más difícil es hoy. Me levanto más pronto que de normal, me visto, y salgo de casa pitando. Voy a la pastelería que hay cerca de mi casa y compró una napolitana de chocolate y un par de piezas de bollería más para que desayune mi familia. Cojo el bus y me planto en su habitación antes de que hayan desayunado. Objetivo conseguido. Terminamos de montar la maleta y les acompaño a desayunar. Mi hermana es más feliz que una perdiz con su napolitana. Salimos del hotel y llegamos enseguida a la parada del bus que les lleva al aeropuerto. La espera se me hace mucho más corta de lo que en realidad es. Les digo adiós por la ventana y la manita de Espu se agita incluso más que la mía.
Cuando los pierdo de vista estoy muy triste. Se han ido y a mi aún me queda mucho tiempo aquí. Me voy a casa y me quedo toda la mañana ahí, viendo series, intentando no pensar en lo que me queda y haciendo planes para ese tiempo.
La tarde en el curro va ligera. Hay un grupo gordo de 100 americanos, pero es lo único que tenemos esta noche y ya está casi todo listo. Frío una masa como de pan para picotear y me voy a ordenar. Sinceramente, creo que van a echar de menos mis dotes ordenatorias cuando me vaya. (Mamá, sé que vas a leer esto, para ti esas dotes que he mencionado no son para tanto :D ). Terminamos antes de lo normal y me voy a casa a dormir y descansar todo lo que pueda, ya que me han pedido que vaya mañana unas pocas horas a la mañana aparte de mi turno de la tarde. En el bus me encuentro con un chico con un perro y mantengo una conversación en italiano. Parece que me entiende, así que me puedo dar por satisfecha.
La familia ha llegado bien a casa, así que ya puedo relajarme y disfrutar de lo que me queda aquí.

Día 41

Esto si que es madrugar y no lo he hecho hasta ahora. Antes de las siete ya me estoy vistiendo mientras se calienta el colacao. El bus viene casi vacío, pero en cuanto llego a mi parada ya se pueden ver turistas por las calles. Llego a la Galeria degli Uffizi y apenas hay cola. Mi hermana y mi madre llegan cuando quedan pocos metros de cola, y casi no tenemos que esperar para entrar. Subimos hasta arriba del todo por unas majestuosas escaleras de piedra y comenzamos la visita. Una vez más, mi hermana nos va haciendo de guía y comentando las curiosidades de cada cuadro, aunque, a decir verdad, parecen todos iguales, así que vamos buscando detalles graciosos en cada uno. Y así hasta que llegamos a la estrella de la Galeria: la Venus de Botticelli. Aunque la iluminación no es la más adecuada, el cuadro es sin duda foco de todas las miradas. Pocos se fijan que a unos metros hay dos cuadros del mismo artista mucho más bonitos en mi opinión donde las telas pintadas parecen reales. Lo dicho, la Venus no es para tanto. Seguimos viendo cuadro tras cuadro, y casi al final encontramos uno llamado Ritratto di Ortensia de' Bardi di Montauto. Impresiona ver lo guapa que es la mujer, los ojos con los que mira al espectador, totalmente vestida de negro... es precioso.
Salimos de la galería y llamamos a padre, que debe estar por ahí de paseo, pero no nos da tono. Vamos andando poco a poco hacia en hotel y parándonos en los puestos de recuerdos por si vemos algo que nos gusta. Como es el último día, vamos al mercado central a comprar la comida que quiero que se lleven. Hay regalos a montones, pero no lo puedo decir por aquí para que no se enteren los afortunados. No hemos conseguido contactar con padre, así que vamos al hotel a dejar las cosas y... nos lo encontramos leyendo el periódico. Salimos a comer algo rápido, ya que es bastante tarde para los restaurantes de aquí. Vamos a dar el último paseo por la ciudad y comprar los últimos recuerdos. Como estamos muy cansados, decidimos ir al hotel a descansar un poco mientras hacemos la maleta, pero yo me acabo quedando sopa. Me despierto a las ocho de la tarde, y como no hay hambre, pero algo hay que cenar, vamos a un local enfrente del mercado de la plaza donde está la estatua del jabalí. Es un sitio especializado en chocolate y tiene helados con diferentes cacaos dependiendo de su procedencia, pero nosotras vamos directamente a por los crepes. Por dios, que buenos están. Y para culminar la noche, tomamos algo en un bar cerca del Duomo.

Me acompañan hasta la parada del bus y me despido. Su última noche en Florencia, ya no vendrán a despedirme más noches, ni los acompañaré a su hotel, ni les enseñaré nada... es triste, pero la vida debe continuar, y aún no se han ido, así que, a dormir.

domingo, 11 de mayo de 2014

Día 40

Según he calculado, estoy exactamente en la mitad de la estancia. Me quedan 40 días más por delante, pero hoy eso no me importa. Me levanto y voy a recoger a la familia al hotel. Los del restaurante han sido muy majos y me han dejado cuadrar los turnos como yo quiero para poder estar el máximo tiempo con ellos.
Nos plantamos en la Galeria de la Accademia bastante antes de nuestra hora de entrada, así que aprovechamos para coger las entradas para la Galeria degli Uffizi. Cogemos solo tres, ya que a mi padre los museos tampoco le interesan tanto. Nos ponemos en la cola y una chica nos hace pasar por una entrada secundaria sin mirar la hora que pone en nuestras entradas. Mi hermana es nuestra guía aquí dentro, ya que es ella la que sabe más de arte. Y si hay que traducir algo, lo hacemos entre las dos. Vamos pasando obra tras obra y al final llegamos a la estrella de la Galeria: el David. Vamos observándolo y comentando nuestras impresiones mientras lo rodeamos. A mi sólo me gusta desde un punto, desde la derecha, hacia donde gira la cara. Hay un punto en el que lo miras y parece que en cualquier momento te va a hablar. Tiene unos ojos y una cara... desde ese punto es genial. La malo es que si lo miras desde otro lado, y a riesgo de recibir palos por mi opinión, el señor David está totalemente desproporcionado. Entiendo que esas fueran las medidas perfectas en aquel entonces, pero, siento decirlo, no me gusta el David. Seguimos la visita, vemos el museo de música, donde descubrimos instrumentos que nunca antes habíamos visto y compramos unas postales de esa mirada del David a la salida.
Ya es la hora de comer, así que vamos a buscar un sitio camino a la estación de tren. Encontramos uno buenísimo cerca del Duomo. Yo me pido una calzopizza: mitad calzone, mitad pizza. Y descubro que cuando en la carta pone 'ligeramente picante', quiere decir 'picante salido de los infiernos de Mordor'. Pero bueno, está riquísima igualmente. Vamos a la estación de tren y cogemos los billetes a Pisa. Aún nos queda un rato, pero la cola de espera para preguntar por los billetes de interrail es demasiado larga, así que nos montamos en el tren. Casi me quedo dormida, y por casi creo que me dormí del todo, cabeza con cabeza con mi hermana. Si, hay foto. No, no la vais a ver. Llegamos a Pisa y nos encaminamos hacia el Duomo. Seguimos la ruta que nos recomienda la guía que nos ha prestado nuestra prima. Según esa guía, debemos ir por una calle secundaria que desemboca en una plaza desde la cual se tiene una vista sobrecogedora de los tres edificios que están inclinados: el Duomo, el baptisterio y el campanario, más conocido como la Torre de Pisa. Llegamos a la plaza y... lo siento, hoy parece que está siendo un día de decepciones. Veo la imagen y todo lo que pienso es “jopé, qué chiquitín es todo”. Nos acercamos al recinto del Duomo, admiramos la famosa Torre y... ¿y el resto? ¿Dónde está el resto de la torre? El las postales parece grande, magnífica, esbelta. Aquí... mide 45 metros y casi se puede pisar antes que verla. Leemos su historia, no menos desternillante que su altura. Resulta que empezaron a construirla y cuando llevaban diez metros se empezó a inclinar, así que, en vez de parar, siguieron construyendo. “Ya se ocupará alguien del futuro en apuntalarla, y si no, seguro que queda muy turística”, pensó uno de los albañiles de la época. Tomamos algo en el peor bar de Pisa sin quitarnos el hambre y cogemos el tren. Hoy no me quita nadie cenar en el Hard Rock. Después de aplazarlo desde el sábado, vamos a cenar ahí y punto. Hasta a mi padre le gusta la cena, y eso que no es comida normal del todo. Terminamos la cena compartiendo un brownie con helado que está de muerte. Este se queda apuntado para repetir antes de irme a Vitoria.

Cuando llego a casa aún tengo el sabor del chocolate en la boca. A dormir, que mañana si que toca madrugar.



miércoles, 7 de mayo de 2014

Día 39

Hoy me despierto algo más tarde. A mi me toca currar a la mañana, y mi hermana y mi madre tienen plan para visitar el Palazzo Pitti por dentro. El trabajo va como de normal, mucha preelaboración de verdura, rehacer la mozzarella, el fondo... y en el servicio salteo y preparo las guarniciones. Preparo un litro de crema pastelera para que a la tarde puedan hacer la tarta de manzana y ordeno los frigoríficos antes de irme. Me dejan salir un poco antes para que pueda pasar más tiempo con mi familia.
Voy hasta la plaza San Marco y espero a que venga mi familia, pero pasa un rato y solo aparece mi padre. Al parecer el Palazzo Pitti estaba cerrado hoy, así que se han dedicado a pasear y mi hermana y mi madre estaban ahora preguntando por los billetes del interrail. Vamos hacia la parada de bus que tienen cerca de su hotel y justo las vemos en el autobús que llega, así que nos subimos. Esta tarde vamos a mi casa, en parte a dejar la maleta con todas las cosas que me han traído, y en parte a tomar el café con mis caseros. Dejamos las cosas en mi cuarto y bajamos a tomar el café. P. ha hecho unos dulces de manzana y todo. Charlamos un rato, les damos unos regalitos y salimos hacia nuestra siguiente parada: Fiesole. Pasamos por el campo de futbol y cogemos el bus 7 hasta la última parada. Subir las escaleras hasta el mirador se nos hace duro, pero las vistas merecen la pena. Tomamos algo en la plaza antes de coger el bus al centro.
Damos un paseo por allí y vamos mirando tiendas, entre otras la Disney Store, de la cual estoy absolutamente enamorada. Mi hermana y yo compartimos un bocagofre. No sé si se llama así exactamente, pero describe perfectamente lo que es: un gofre con chocolate tapado con otro gofre. Un bocadillo de gofre, un bocagofre. No os podéis imaginar la guarrada más rica que es. Vamos hasta la plaza del jabalí, cinghiale en italiano. Es uno de los antiguos mercados que aún quedan en Florencia y es el único en el que no se vende comida. Empieza a ser tarde, así que los comercios están cerrando. Aplazamos una vez más el plan de cenar en el Hard Rock, pero sí vamos a mirar las camisetas. Es tradición llevarse una de cada Hard Rock que visitamos, así que toca mirar diseños y pensar en cuál de todas queremos llevarnos.

Mañana toca día de museo y viaje, así que, a descansar.

domingo, 4 de mayo de 2014

Día 38

Después de la pateada de ayer, hoy toca día más “tranquilo”, es decir, igual de movidito, pero en Florencia. Les voy a recoger y vamos a la estación de tren a preguntar por unos billetes internacionales para un grupo de amigos que vienen en dos semanas de interrail, pero los de información de trenes están de huelga. Salimos y nos acercamos a Información y Turismo a ver si nos saben indicar en qué parque estuve con mis compañeros viendo el mercadillo de antigüedades. Nos dicen una y otra vez que es el Parque le Cascine, que yo estoy segura de que no es ahí, pero no nos saben decir otra posibilidad. Nada, nos vamos para Cascine. Para ir más rápido queremos coger el tranvía, que tiene su primera parada justo al lado de la estación de tren. Entra mi padre, entra mi hermana, entro yo, y mi madre... se cierran las puertas. Si, exacto, mi madre se ha quedado fuera. Sé que va a leer esto, así que intentaré no ser muy cruel: mi madre, sola, sin un billete porque los tenía todos mi hermana, con conocimientos de idiomas casi nulos... Pues oye, mientras volvíamos a buscarla se las apañó para comprar un billete y llegar al parque antes que nosotros. ¡Ole mi madre y su primera aventura en solitario en Italia!
Parque Le Cascine, mercadillo de 1 kilómetro de largo a lo mercadillo de los gitanos pero con un gran fallo: aquí los vendedores no te animan con sus cancioncillas ni sus rimas cantadas a pleno pulmón. Nada de “Piyamas a 3 euro”, ni “Bragas por 1 euro”, nada. Aquí son unos aburridos. Vamos pasando por tropecientos puestos de ropa y comida. Hay puestos con cerdos asados enteros, y te hacen el panino al momento; y otros donde van haciendo una especie de barquillos dulces típicos de aquí. Nos recorremos el mercadillo entero, cruzamos el puente y vamos paseando dirección Palazzo Pitti. Pasamos por una de las puertas de la antigua muralla y ya estamos casi famélicos, así que paramos a comer en el restaurante que hay en el Ponte a la Carraia. Al terminar de comer nos pasan una encuesta de satisfacción y mejoras; en la escuela estarían orgullosísimos de ellos. Tomamos un helado en la Heladería La Carraia, que para mi, es la mejor que hay en todo Florencia, y ponemos rumbo al Palazzo Pitti. Por el camino empieza a chispear, así que se nos agua un poco el día. Pasamos por Pitti después de una pequeña vuelta porque me equivoco de camino y vamos derechitos al Ponte Vecchio. Yo le enseño a mi hermana todas las maravillas que se exponen en los escaparates de las joyerias. Estamos algo cansadas de tanta caminata, así que pasamos por la Galeria degli Uffizi y nos sentamos un rato en la Piazza della Signoria mientras contemplamos las estatuas. Una vez descasados, vamos a nuestra última parada cultural del día, Santa Croce, pero por el camino nos paramos a mirar una tienda. Todas las cosas que se venden son de madera al estilo de Pinocho. Curioseamos durante un rato y seguimos hacia la plaza. Sacamos unas fotillos y paseamos admirando la fachada de la iglesia. Volvemos hacia la zona de tiendas para gente pudiente y damos una vueltecilla por allí, pero la verdad es que estamos todos muy cansados y yo trabajo mañana, así que me dejan pronto en el bus. Y sin cenar ni nada, a la cama caigo como una plancha.

sábado, 3 de mayo de 2014

Día 37

Hoy tenemos plan de viaje, así que voy a recogerles al hotel pensando en mi planing de la semana. Hoy estaba programada Pisa, pero ayer P. nos recomendó ir a Siena, que es mucho más bonita. Miramos el mapa y vemos que San Gimignano pilla casi de paso, así que cogemos las cosas y nos vamos a la estación de tren. Cogemos los billetes en una de las máquinas de la sala y volamos al andén. Después de pasar por casi todos los vagones, por fin encontramos cuatro asientos libres juntos. Aunque nos sirven de poco, porque salvo yo, todos se marean si no van mirando hacia delante. Pasa la revisora y nos debe ver cara de turista total, porque nos avisa de que hay que validar los billetes antes de subirse al tren. Uy, menos mal que es nuestra primera vez y que nos ve un poco perdidos con el italiano, porque la multa es algo así como medio riñón.
Una hora y algo de viaje después llegamos a Siena. La estación es super curiosa. A los andenes se accede desde un centro comercial pequeño, y hay escaleras mecánicas hasta lo alto de la colina donde está ubicado el centro histórico. Paseamos por una calle que nos lleva al Duomo de Siena. Para los que no lo sepáis, 'duomo' significa 'catedral', así que hay un montón por toda Italia. La calle es larguísima, recorre casi toda la ciudad de punta a punta. La plaza de la catedral es preciosa, y la catedral en sí también. Muy del estilo de la de Florencia. Comemos en un restaurante cercano y vamos a la Piazza del Campo. Es una plaza muy curiosa en forma de abanico presidida por el Palazzo Pubblico (el ayuntamiento). Nos quedamos un rato riéndonos de las palomas de la fuente, que son tan tontas como para caerse al agua sólo por intentar ligar. Pasamos otra vez por la Tienda del Chocolate y volvemos a la estación de tren.
Esta vez sí validamos el billete antes de entrar. Cogemos el tren dirección Empoli/Florencia, pero nos paramos en Poggibonsi. Desde ahí vamos a coger un autobús que nos llevará a San Gimignano, pero como aún hay tiempo, vamos a merendar. Son tan sólo 11km de trayecto en bus, pero casi me quedo dormida. Tenemos un bus de vuelta algo más de una hora después, así que nos ponemos en marcha sin perder tiempo. El pueblo es precioso, es lo que llaman el Manhattan toscano: casas bajas y torres altísimas que destacan en el cielo. Entramos en una tienda y compramos unos preparados para pasta que nos ha pedido mi prima, y claro, ya que estamos, hacemos compras para más gente. No todos los días vienen a visitarte a Italia, hay que aprovechar; y visto que mi sitio en las maletas es limitado, cuando mi familia vuelva a Vitoria se llevarán algunas cosas para que no tenga que llevarlas yo en mayo. En una hora recorremos el pueblo de punta a punta y cogemos los billetes de tren en una tienda al lado de la parada.
No hemos tenido tiempo para visitar a fondo las dos paradas de hoy, pero aún así nos ha gustado mucho todo lo que hemos visto. El viaje San Gimigniano – Poggibonsi – Florencia se nos hace más rápido de lo que esperábamos. Pierdo el autobús por poco, así que cogemos unos paninos y cenamos en su habitación del hotel. Mis padres me acompañan hasta la parada y una vez más, les digo adiós desde la ventana.


martes, 29 de abril de 2014

Día 36

Hoy salto de la cama nada más sonar el despertador, y no me cuesta nada. Desayuno, me visto y al bus. Llego al hotel de mi familia momentos después de que desayunen, dejo la mochila del curro en su habitación y nos ponemos en marcha.
Primera parada, como no podía ser otra, el Duomo. En vez de hacer la visita en el orden recomendado, hacemos cola directamente para la cúpula. No tardamos mucho en entrar y... a subir escaleras. Llegamos al primer nivel de la cúpula por dentro y mi hermana no puede para de mirar hacia arriba. Ni ella, ni yo. Seguimos subiendo y pasamos de la puerta al segundo nivel para subir directamente a la cúpula en sí. Es increíble la amplitud entre la cúpula interior y la exterior. Salimos al balcón de arriba del todo y, perdonadme la expresión, flipamos en colores. Se ve toda la ciudad, es absolutamente y infinitamente increíble. Vamos sacando fotos a medida que vamos dando la vuelta. En serio, no sabéis lo que es hasta que subís, las fotos no hacen justicia a la belleza de la ciudad desde aquí, la luz, el viento... (ains, que me pierdo. Focus, Li, focus). Bajamos por la estrecha escalera por la que hemos subido y accedemos al segundo nivel por dentro. Si no hubiera un cristal de seguridad se podría tocar la pintura con la mano. Bajamos las escaleras hasta la cruz central y a la salida nos encontramos con un cartel que dice que las embarazadas y enfermos del corazón deben tener cuidado ya que están a punto de subir 300 y pico escaleras. Una buena advertencia en el sitio más indicado, sin duda.
A la salida nos espera Padre. El pobre tiene vértigo y en cuanto ha visto lo alto que estábamos subiendo, se ha bajado. Es casi la hora de comer, así que empezamos a buscar un sitio. Acabamos en el mismo sitio de la cena de ayer, y sigue estando riquísimo. Tomamos de postre una pannacotta con nutella de muerte y volvemos al Duomo. Ahora toca el campanario. Subir se hace algo más difícil, porque sólo hay una escalera estrecha para subir y bajar. Pensaba que me iba a quedar tan impresionada como en la cúpula, pero la verdad es que desde allí las vistas son mejores. Lo único distinto es que desde el campanario hay una vista preciosa de la cúpula. Como antes, damos la vuelta sacando fotos. Para bajar mi hermana o yo hacemos de avanzadilla y nos aseguramos de que el tramo de escaleras está libre antes de seguir bajando todos. Una vez abajo nos encontramos con mi padre y entramos en la iglesia. El acceso al altar está cerrado y hay unos periodistas sacando fotos, así que no podemos ver la cúpula desde abajo del todo. Damos un rápido vistazo al museo arqueológico del “sótano” y compramos unos recuerdos en la tienda.
Vamos a su hotel y les dejo descansando mientras me voy al curro. Nada más llegar, cojo la primera patata y me corto el dedo de forma espeluznante, casi me arranco media uña. Ceno con el personal y me pongo con dos bizcochos para los desayunos. Creíamos que iba a ser un servicio tranquilo, pero empieza a llegar gente y para cuando llega mi familia se nos ha liado la cosa. Voy ayudando a emplatar y con los postres. A mi hermana le encanta el spumino de chocolate. Termino de ordenar y limpiar todo y le presento mi familia a F. y le doy sus regalos antes de que se vaya. Me cambio y me tomo algo con mi familia antes de irnos. La cena les ha gustado mucho, pero me echan la bronca porque no les han dejado pagar. Yo estoy más asombrada que ellos, pero no ha sido cosa mía, sino del jefe supremo.

Estamos muy cansados de estar todo el día pateando, así que les dejo en su hotel y me voy a casa, que mañana toca viaje.

domingo, 27 de abril de 2014

Día 35

En pie a primera hora que hoy toca turno de mañana. Yo me dedico a lo mío mientras S. y F. preparan la comida para el grupo de esta tarde. Tomates a raudales y tantas patatas que pierdo la cuenta y todo. Llega el pedido, así que me pongo a ordenarlo rápidamente para poder seguir con el curro. Dejo ya cortadas las patatas de la tarde y preparo todos los ingredientes y decoraciones para el servicio. Salteo espinacas y ayudo con la fruta y los postres. Limpiamos todo y para casa, a ultimar detalles. No sé qué le ha pasado a mis tarjetas porque con una no me deja sacar dinero y la otra se ha bloqueado, así que no tengo dinero en efectivo más que las monedas sueltas en mi cartera.
Como algo de ensalada en casa y me preparo para recibir a mis padres y a mi hermana. Seis botellines de agua al bolso y estoy lista para irme. Calculo el tiempo para llegar algo antes a la estación de tren que ellos con el autobús desde el aeropuerto, pero me paso de pronto y tengo que esperar una hora. Al menos hace calorcito, y más con el abrigo de invierno que me traje desde marzo. Van pasando bus tras bus y mi nerviosismo va en aumento, hasta que por fin... ¡si, aquí están! Saco sus maletas antes de que consigan bajar siquiera y, después de un mes y cuatro días... ¡abrazo de familia! No sabéis lo contenta que estoy al poder abrazarles, hablarles cara a cara sin ordenador de por medio, oírles reír... Placeres de la vida que no sabía que añoraba.
Vamos al hotel, les ayudo a registrarse y vamos a su habitación. Les dejo mi abrigo largo y me dan uno más corto que me han traído. Y abren la maleta. Cereales, colacalo, jamón serrano, lomo, trufas, idiazabal, morcillas, galletas... parece que aquí me matan de hambre por todo lo que me han traído, madre mía. No voy a tener que hacer la compra en lo que queda de estancia. Salimos a dar una vuelta antes de ir a cenar. Bajamos por la calle San Lorenzo y hago que mi hermana cierre los ojos y la guío hasta donde puede ver el Duomo. Se queda sin palabras. Desde que le dije que me venía a Florencia de Erasmus y que ya tenía un billete de avión para ella había estado esperando este momento. Está totalmente maravillada. No se cómo conseguimos seguir andando. Vamos rodeando la catedral y empezamos a buscar un sitio donde cenar. El restaurante Leo nos llama con su luz amarilla y entramos. Mi primera pizza, y en la mejor compañía. ¡Qué rica! Y de postre toca helado para compartir mientras caminamos hacia la estación de tren. Hoy me dejan en la parada y se van andando al hotel. Es difícil decirles adiós por la ventana sabiendo que están aquí por mi.

Llego a casa y miro los horarios de bus y mapas para mañana. Buenas noches.

viernes, 25 de abril de 2014

Día 34

Esta es una mañana de no parar. Recojo la ropa del tendedero, mi cuarto y como pronto. A la tarde me voy a la Galeria de la Accademia a comprar las entradas por adelantado en la librería que hay enfrente. En la Galeria es donde está el David de Miguel Angel, y suele ser recomendable comprar la entrada por adelantado (15€) y no esperar dos horas para poder entrar, si se entra, en día que se vaya a ver (11€). Esos 4€ merecen la pena. De ahí me acerco hasta el Duomo para coger ya las entradas (10€). Son válidas para 7 días desde la compra, y una vez se ticka en la primera entrada, son válidas para las próximas 24 horas. Es muy pronto para ir al curro, así que me quedo en uno de los laterales del Duomo escuchando a un trío de violinistas geniales. Espumadera hace amigas nuevas por fin.
La tarde en el curro es lo que se dice... aburrida. Hoy no hay ninguna reserva, así que no hay mucho que preparar. Me encargo de las patatas, ajo y perejil antes de cenar una maravillosa lasagna de verduras y setas que está de mueeeeeete. Como aún no viene nadie, S. me enseña a hacer flores con tomates cherry. Las suyas son mucho mejores, claro, pero para hacer dos, no se me da mal. Utilizo mi 'intuito feminile' para ordenar los frigoríficos y el congelador mientras F. y S. sirven a tres personas que comparten un plato y un postre. El aburrimiento no puede ser mayor, así que nos dedicamos a enseñar a Espu a cocinar, y parece que no lo hace mal.

Salgo antes de lo esperado y me voy a dormir enseguida. Mañana es un día muy importante y estoy nerviosa, así que me cuesta dormir lo mío.

Día 33

Hoy la mañana va super bien, no paro de hacer cosas: tomates, el fondo, cortar calamares, saltear espinacas y vainas... F. está haciendo unos envoltorios de berza rellenos y no sabe cómo cocinarlos en el horno, si con papel de horno o sin él; así que me pide ayuda. Yo le recomiendo hacerlo al vapor y... ¡me hace caso! Salen de muerte, y perfectamente cocinados. Si él está contento, yo lo estoy más aún. Llega el servicio y poco después los postres. Cómo los cocineros están ocupados, me pongo con la fruta. La temible fruta. Pero... ¡ja, chúpate esa! ¡Fruta conseguida! Y yo solita encima. Antes de salir como un poco de risoto con alcachofas. Me da algo de vergüenza admitirlo pero, me empiezan a gustar las alcachofas. No hasta el punto de comerlas solas, pero si acompañan a algo, no están del todo mal.
Como tengo tiempo hasta la reunión en AeF, me voy hasta información y turismo para coger mapas para mi familia. De ahí me acerco hasta la estación de trenes a mirar horarios y... vuelta a información y turismo porque se me ha olvidado preguntar una cosa. Con la tontería son casi las cuatro, así que me voy a la accademia. Cuando llego ya están casi todos allí, pero la reunión tarda un poco en empezar porque la tutora aún está con el grupo anterior. Estamos una hora y media hablando por turnos en “italiano” de cómo nos va en el trabajo. Al salir, algunos nos vamos a tomar algo en el bar que hay al lado. Comentamos sobre todo el tema estrella de esta semana: han echado a uno de las prácticas y lo han mandado a casa. Pero claro, nadie sabe exactamente qué ha pasado y todo son rumores e historias que no acaban de coincidir.

Cojo el bus para ir a casa, me hago algo de cena y a dormir.

domingo, 20 de abril de 2014

Día 32

Lunes. Pronto por la mañana. Desayuno en vena y al curro con las pilas cargadas. Esta semana hay muchas cosas que hacer antes del jueves, que es cuando viene mi familia.
Creía que iba a ser un día aburrido, pero de eso nada. Preparo la sopa yo solita, espinacas, vainas, alcachofas, las patatas, el ajo, y la crema pastelera. Y en el servicio salteo los contorni, lo que nosotros llamamos guarniciones. Preparo berenjena para un plato de esta tarde y... una vez más, menos mal que tengo a S., porque la fruta no me sale ni para atrás. Eso si, los spuminos me siguen saliendo de muerte.
Salgo del curro y cojo el bus, pero no para ir a casa, sino para ir a lo que parece ser el Ariznabarra florentino. Me paro en la parada que me había indicado google, pero creo que a veces se equivoca, porque la parada anterior me venía mejor. Llego después de una vuelta al Obi Hall. Encontrar la taquilla también es una odisea, menuda vuelta doy. Llamo al timbre y me atiende una chica super maja. Me hago entender bastante bien. Parece ser que mi italiano supermacarrónico es mejor cada día. Creo que no he gastado aún mucho del presupuesto de salir que me había marcado, así que me permito comprarme una entrada para la segunda zona. Señores, el 22 de abril me voy a ver el Rocky Horror Live. Vuelvo a casa dando medio paseo, medio bus. Así descubro que el 20 me deja cerca del Obi Hall, así que para ir no tendré problemas, pero cuando acabe el espectáculo, tendré que volver a pie, porque no hay buses a esas horas de los que me dejan cerca de casa.

Hablo un rato con la mia mama un rato y descanso el resto de la tarde mientras hago la lista de tareas por hacer antes del jueves.

Día 31

Me despierto a las 11 con una luz cegadora entrando por el tragaluz. Hoy en mi día libre de este finde, así que dedico la mañana a descansar. Como calculo tan bien con las cazuelas que tengo, hoy no tengo que cocinar: vivan las sobras de ayer. El arroz con verduras de ayer sabe a gloria, ha absorbido todo el sabor del tomate fresco esta noche. A la tarde me acerco a un bar donde tomamos algo ayer, ya que habíamos quedado en vernos allí los del curro y yo. Pero después de esperar quince minutos... me han dado plantón. ¿Irme a casa o aprovechar que estoy en el centro? 
Me doy una vuelta y acabo en la plaza donde acaba la calle donde está la Galeria de la Accademia. Me encuentro con un montón de puestecillos de artesanía llenos de autenticas preciosidades. Por suerte, el puesto que me gusta estará de nuevo en una feria de artesanía internacional a partir del 25 de mayo, así que puedo volver a ver los productos y pensarme cuál comprar. Sigo con el paseo porque aún es pronto para volver a casa y me encuentro con una calle que se llama igual que mi hermana. Sigo mi camino hasta que me encuentro con una parada de mi bus. Casa y tranquilidad, que mañana curro.


jueves, 17 de abril de 2014

Día 29 y 30

El viernes me lo voy a saltar, porque contaros cómo planeaba hacer muchas cosas y al final me he quedado en casa dormitando es muy aburrido.

Sábado sabadete. A la mañana como cada sábado para mi toca hacer limpieza, pero esta vez no hago compra, que ya tengo suficientemente llena la nevera. Me hago un arroz con verduritas para comer y descanso un poquito antes de ir al curro. Hoy F. libra, así que estamos solos S., A. y yo, así que estoy algo nerviosa por si no entiendo lo que quieren que haga. Llego a la hora de siempre y me encuentro a S. cocinando ya. Preparo nada menos que 27 spuminos. Y eso sólo antes de una cena consistente en pasta picante y pollo frito. Empieza el servicio y S. me deja saltear espinacas y vainas; y a medida que avanza, nos coordinamos perfectamente y voy agarrando cada vez más la sartén. Cuando se apacigua en servicio me pongo a hacer crepes normales y los guardo. En los postres nos volvemos a coordinar para sacarlos todos rápidos y perfectos. Hasta el último spumino, que se desmorona, así que pongo otro en el horno y me como el que ha salido mal. Mirad como sufro...

Termina el turno por fin, pero hoy no es día para irse a casa. Hoy salgo con algunos compañeros del curro de fiesta. Incluso conozco a la novia del hermano de P., que es canadiense, y alaba mi pronunciación y nivel de ingles; cosa que me hace estar muy orgullosa de mi misma. Llego a las 4 de la mañana a casa y V. aún no ha vuelto, y eso que no iba a salir. Me meto en la cama y... hasta que nos olamos.

sábado, 12 de abril de 2014

Día 28

Después del bajón de ayer, me quedo en casita toda la mañana. Me hago una ensalada para comer, y de postre un yogur. Estoy desganada completamente. Y parece que F. sabe cómo estoy, porque en cuando llego al curro propone hacer pasta carbonara para nuestra cena. Amor infinito a esa pasta. ¡¡Madre mía que buena está!! Y para acompañarla, spezatino, MI spezatino; el que empecé a hacer ayer, vamos. Qué rico está todo, me levanta la moral de golpe. Y encima de postre hoy tengo tiramisú de S. ¿Puede mejorar el día? Pues si. Salteo espinacas y ayudo a emplatar el grupo de esta noche. Llegados los postres, me ocupo del horrible e infumable tegolino y de un par de frutas.
Salgo tardísimo y voy corriendo al bus, pero aún me quedan 20 minutos de espera. Me monto en el bus por fin y no hay ningún asiento libre, así que me agarro a lo que puedo cerca de la puerta de salida. Una chica bastante muy alternativa (no podía serlo más) se levanta para salir en la próxima parada. Lleva un cachorrito de perro de apenas semanas, lo más adorable del mundo a esa hora; y el pequeñajo me mira, lo miro... y me bosteza con su boquita chiquitina. Os lo juro, no puedo parar de sonreír como una idiota cada vez que recuerdo esa carita.

miércoles, 9 de abril de 2014

Día 27

En el bus de camino al curro veo a una chica chica escribir mensajes en el móvil. Nunca había visto cómo se escriben los kanjis con un teclado de teléfono.
Menos mal que hoy el congelador si que funciona. Después de las tareas diarias me ponen a saltear verduras. Bueno, lo que se supone que es saltear, porque o no tengo fuerza para mover la sartén ni las verduras, o lo hago tan fuerte que las verduras podrían ser la nueva decoración de las ventanas. Cuando termino hago unas lascas de queso para la pasta y el timbal de berenjena. Empieza el servicio, pero hay tan poco a gente que me mandan a picar verduras lo más pequeño que pueda. La cebolla y la zanahoria controladas pero, ¿cómo narices se corta el apio en brunoise? No se cómo lo hago, pero consigo que todas las verduras tengan el mismo tamaño al final. De hecho, parece que lo he hecho tan bien que F. quiere que corte yo las verduras siempre que haya que hacer el guiso, spezatino creo que se llama. F. me pone a limpiar un trozo de carne enorme y lo corto en dados para empezar a hacer el guiso. Pocho las verduras, echo la carne, y cuando ya está sellada, cubro con vino y dejo reducir. Empiezan a venir las comandas de postres, así que aparco el guiso para que lo terminen esta tarde y me voy a emplatar dulces.

La tarde me la tomo de tranqui dando una vuelta por el barrio y yendo a comprar cereales, que se me acabaron ayer en la cena. Estos días estoy de bajón. Me he adaptado a la vida aquí y empiezo a aburrirme. Me quedan casi siete semanas aquí, estoy llegando al ecuador de la estancia, y... estoy chof. Supongo que es cosa de unos días, los altibajos son normales para mi, pero no deja de ser molesto el sentirse así.

Día 26

Hoy llego al curro y... qué bien, el congelador de cocina se ha estropeado durante la noche. A correr a salvar lo salvable, mover cosas al congelador de abajo, y poner a cocer rápidamente lo que podríamos aprovechar para hoy. Logramos salvar la mayoría de cosas, así que nos ponemos a preparar el menú con ligeros cambios por la situación. Yo me dedico a lo mío: alcachofas, tomate, patatas... mis tareas diarias. En el servicio viene poca gente, pero me encargo de ayudar a S. con la fruta. No me sale aún el plato entero a mi, aunque parece que voy mejorando.
Llego a casa y oigo como se abre la puerta. ¡Arrea zapatilla! Es la hija de mi casera y un cura que viene a bendecir la casa antes de Semana Santa. Al parecer es tradición hacerlo aquí en Italia. La tarde me la paso tranquila viendo una peli en mi cuarto. Estoy algo triste. Creo que empiezo a acostumbrarme a estar aquí, y me ha entrado el bajón (por eso tardo tanto en escribir las entradas del blog). Para despejarme un poco, me voy a la compra. Es un paseo corto pero productivo y relajante. Recojo la colada y me preparo la cena mientras charlo un rato con los amigos y la familia. 

lunes, 7 de abril de 2014

Día 25

Que duro es trabajar un lunes habiendo trabajado todo el fin de semana. Menos mal que me lo puedo tomar con tranquilidad porque no hay mucho que hacer.
Preparo el caldo, las patatas y el tomate en dados y cuartos para los servicios. Andamos cortos de postres, así que cuando termino mis tareas hago una tanda de spuminos. G. llega con parte del pedido de hoy, así que me pongo rápidamente con las alcachofas. A este paso seré la reina de las alcachofas.
Empieza el servicio, pero yo empiezo con dos litros de crema pastelera para que esta tarde puedan hacer tarta de manzana y uvas. Como han sobrado muchas claras al hacer la crema, me pongo a hacer un bizcocho con ellas mientras hago berenjenas para un plato de la carta. Un día sencillo y bonito al fin y al cabo.
A la tarde me quedo en casita descansado, como ya he dicho, estoy de currar un lunes después de haber trabajado el finde no puede ser bueno para la salud.

Como me parece que el post es muy corto os voy a enseñar una de las cosas que hicimos ayer para el grupo grande. Son crepes rellenos de queso fresco, espárragos trigueros y puerro, atados con puerro escaldado, con bechamel por encima y la punta del espárrago. De decoración lleva una flor de tomate cherry que hizo S., es todo un artista para esas chuminadas. Algo sencillo de hacer y rico de comer. Y estoy orgullosa de ellos, sobre todo porque llegó un momento en que F. me dejó prepararlos a mi porque iba más rápido que él y me salían mejor.

Día 24

Son las pronto por la mañana, fuera brilla el sol, y he dormido una hora menos por el cambio de hora: ¡a levantarse! Hoy me espera un gran día sin duda. Cojo el autobús y llego antes que nadie al restaurante. Me cambio y empiezo a hacer el caldo y a sacar lo necesario para el día de hoy.
Empiezo con más alcachofas, picar calamares y tostadas de pan. Una vez más, hago las patatas. Puede que ya os lo haya dicho, pero a F. le encantan mis patatas y siempre dice que son “las mejores del mundo”. F. termina el cuscus de verduras y yo voy montando los nidos de pasta filo. Hemos venido tan pronto que a las 11:30 está todo terminado y nos dedicamos simplemente a retocar cosillas y preparar decoraciones. Empieza el servicio y viene el grupo grande. Voy ayudando con los platos y me encargan cocinar el plato de pasta para el único niño que hay. Mucha responsabilidad. Llegan los segundo y los tres nos coordinamos para sacar todos los platos calientes, con todas las guarniciones e iguales unos a otros. De postre hay tarta de chocolate, pero no me quedo a ver cómo la sirven. F. me deja irme un poco antes para que llegue a tiempo al campeonato de Aventureros al Tren.
Llego a Asterion, me apunto y esperamos un poco a que lleguen todos los participantes. Al final somos 9, así que hacemos tres partidas con tres personas cada una. Quedo segunda en la primera, pierdo estrepitosamente la segunda y... ¡gano la última! Y de paliza encima, muahahahaha. Aún así, por puntuación, quedo sexta de nueve. No está mal para no haber jugado a esto en años. Ha salido tan bien la cosa que va a hacer otro campeonato por mayo, así que espero estar aquí para jugarlo también. Vuelvo tranquilamente para casa, medio camino de paseo medio de autobús.

Espumadera está muy contenta de que me haya atrevido a jugar y de que me haya ido bien el día. Quedan aún más semanas de las que me gustaría, pero creo que vamos bien.

viernes, 4 de abril de 2014

Día 23

Sábado de dormir hasta “tarde”. Como yo ya hice mis tareas ayer, le toca a V. hacer las suyas, aunque no parece que tenga muchas ganas. Colgar la lavadora, recoger un poco el armario y para cuando nos damos cuenta, estamos comiendo. Mmmm, rico arroz de ayer. Duermo un poquito de siesta y al tajo.
Esta noche tenemos un grupo pequeño de seis personas, pero mañana para la comida hay uno de 27, así que hay trabajo que hacer. F. empieza a hacer un paté con hígados de pollo y de repente explotan y me saltan a la cara y al cuello. Au, duele. Él sigue preparando cosas para el grupo de hoy mientras yo me encargo de pelas alcachofas, espárragos y hacer unos bocaditos de calabacín y salsicia. Preparo dos bizcochos enormes para los desayunos del hotel ayudo en el servicio. El grupo de esta noche ha encargado bistecca a la fiorentina, todo un espectáculo verlo preparar y servir. Eso si, aún a riesgo de molestar a toda la población de esta provincia... es un chuletón de sidrería como una casa. En el País Vasco no tenemos nada que envidiar a la bistecca, por muy guay que sea la presentación.
Lo mio parece que siguen siendo los postres. Tegolino por aquí, spuminos por allá... y si, las frutas siguen siendo mi espinita clavada. Limpiamos y el trabajo termina con un café charlando de la existencia de un licor de alcachofas llamado Cinar. ¡De alcachofas! ¿Adónde vamos a llegar? Autobus, casa y cama, que mañana toca madrugar demasiado para ser domingo.

miércoles, 2 de abril de 2014

Día 21 y 22

El jueves es un día tranquilo. Por fín ha llegado el primer día libre de la semana y si, me lo paso durmiendo, viendo series y remoloneando todo lo que se puede. Las hermanas de V. aún están aquí, así que puedo descansar también a la tarde. Hay que ver lo mucho que se cansa una trabajando cinco días a la semana, y eso que no hago las 8 horas de un trabajo normal. No me quiero ni imaginar lo que va a ser estar en el mercado laboral real.

El viernes también lo tengo de fiesta, aunque hoy sí que hago más cosas que ayer. Ducha, desayuno y a limpiar mi parte del cuarto. La semana pasada ya hice mis tareas, así que hoy adelanto mis tareas de mañana. A ver si V. se da por aludida y limpia lo suyo, que menuda semana llevamos...
Me visto y me acerco a Asterion a apuntarme al Campeonato de Aventureros al Tren de este domingo. Soy la octava de la lista, así que tiene pinta de que será una competición pequeña. Vuelvo tranquilamente en bus, me paro en Alberti y voy a la tienda de congelados. Compro unas barritas de txaka y... ¡lubina! Hala, la casa por la ventana. Dejo en casa la bolsa y salgo a la compra. Primero al Esselunga a por verdura y de paso aceite de oliva, y luego al Lidl: arroz, yogures, mermelada, pan y... pizza y patatas fritas, y hasta aceitunas sin hueso. ¡Sin hueso! Al parecer hoy es un día de derroche total.

Me hago arroz con verduritas y lubina a la mediterranea para comer. Esto de tener dos días libres me empieza a gustar demasiado. Después me pongo una serie y acabo durmiendo la siesta hasta que anochece. V. me ofrece una y otra vez ir con ella y sus hermanas al Hard Rock esta noche, que hay un concierto y es la última noche juntas en Florencia... Pero me quedo en casa tranquilamente. No me apetece para nada un plan así esta noche. Pero si cenarme la pizza viendo una peli como si estuviera en casa tranquilamente. Qué recuerdos. A medianoche me voy a dormir antes de que V. vuelva, a ver si así me duermo rápido.

martes, 1 de abril de 2014

Día 20

Después del pedazo día de ayer hoy toca uno mucho más tranquilo. Estoy de mañana, así que después de hacer “las patatas más ricas del mundo”, me enseñan a cocinar una salsa cuatro quesos que está de muerte sola y acompañando unos strigoli ni os cuento. F. se cuenta de que quedan pocos spuminos y en vez de pedírselos a S., me nombra hacedora oficial de volcanes de chocolate.
Entre ingrediente e ingrediente P. nos trae un café. Siempre me está llamando cosas cariñosas como 'uovalina' o 'cipollina' y F. se ríe tanto con ello que me empieza a llamar 'carciofita', es decir, 'alcachofita' en nuestro idioma. Menos mal que aparte de reirse me prepara una de las lasagnas de la cena de ayer. Madre mía de mi vida, si ya quería quedarme aquí por el queso, la pasta y el café, la lasagna se le une al club. Eso si, aquí en vez de echar carne picada, le echan lo que llaman ragout: un guiso de ternera con salsa de tomate triturado. Pues eso, que está todo de muerte.

A la tarde me doy una vuelta de camino a casa. Planeaba hacer muchas cosas, pero me quedo más sopa que pa'que. Hablo un poco con la familia y los amigos y después de cenar me veo unos capítulos, que mañana no hay curro.

viernes, 28 de marzo de 2014

Día 19

Hoy puedo remolonear un poco más en la cama porque entro a las 11, y de verdad que necesito hacerme con todas las fuerzas que pueda.
El autobús viene tarde y está llenísimo de gente, tanto que en algunas paradas ni siquiera abre la puerta para que no entren más personas. Y para colmo hay una manifestación de estudiantes muy cerca de mi parada que provoca una pequeña retención. Llego justa al curro, me cambio y empiezo con ganas. Tomate, alcachofas, alcachofas y aún más alcachofas. Preparo las verduras al grill para la mesa grande de después y mozzarella rebozada para el grupo de la noche. Como un couscous vegetariano excelente que ha preparado S., y cuando él se va, me quedo con F. y A. para hacer el grupo grande. Todo va de maravilla. Ayudo a emplatar y voy trayendo cosas de la nevera para seguir con el servicio. Llegan los postres y... quieren nueve tiramisús, nueve; y evidentemente, no hay. Saco nueve copas para montar los postres en un momento, y cuando ya llevo más de la mitad, viene un camarero a decir que sólo hay que hacer cinco. Monto los tiramisús y la fruta mientras F. prepara los crèpes. En menos de lo que creíamos hemos terminado con el grupo, así que nos ponemos con el cocktel de esta tarde.
A. prepara un poco de pasta con atún y aceitunas y matamos el poco hambre que nos quedaba. Voy preparando tostadas y rellenos y... por fín llega mi momento. Hago mi primera salsa de achicoria y gorgonzola. Por alguna extraña razón no puedo evitar reírme cada vez que alguien dice gorgonzola, será porque me recuerda a Booth de Bones llamando eso a Gormogón. F. prepara lasagna con una pasta precocida que me parece venida del futuro, me encanta. Vuelve S. y empieza el servicio del cocktel. Ellos van cocinando mientras yo preparo crema pastelera. Aquí la hacen con proporciones distintas, así que me apunto la receta para la próxima vez. Hago yo solita la cena para la familia: pasta con salsa de tomate y ragout y filetes al horno con verduritas y patatas. ¡Yo solita! Miro el reloj y veo que ya casi se han cumplido las 8 horas máximas de trabajo que puedo hacer al día, así que F. me manda para casa.
Llego a casa cansadísima. Ha sido un día muy duro, así que ceno algo y a la cama, que mañana toca más.

jueves, 27 de marzo de 2014

Día 18

Y... comienza la semana otra vez. Y otra vez el despertador de V. me martillea la cabeza media hora antes de levantarse. Pero no me importa mucho porque hoy tengo un día en cocina estupendo.
Empezamos con tomates y alcachofas, como no. Pero seguimos con pechugas de pollo y solomillos de cerdo; algo nuevo por fin. A media mañana bajamos a redesayunar. Qué bueno está el café de aquí, me quedaría eternamente en Florencia sólo por la comida que hay. Hoy S. hace paninis verdes. Si, verdes, con colorante, nada de espinacas o albahaca no, colorante. Tienen una pinta horrenda, muy ricos, pero horrendos a la vista humana. El servicio empieza y va muy rápido. Van llegando comandas de postres y S. y yo los vamos sacando adelante sin que el chef se entere. Para cuando nos dice algo, ya ha terminado el servicio y ha ido todo perfecto. Antes de dar por finalizado mi turno, aplasto unas patatas cocidas para un puré especial que hay que hacer para esta tarde. La cosa de aplastar las patatas es genial, pero no me la puedo llevar, jo.
Vuelvo a casa y me pongo a terminar las torrijas que quedaban por hacer. Termino en una hora y me acerco al curro a llevarles unas cuantas para que se las tomen de postre con la cena y a ver el puré especial. Resulta que es un puré con colorante rojo y parece una masa rosita. No sé qué les ha dado hoy por hacer comida de colores, pero espero que no se repita.

Cojo el bus de vuelta a casa, pero me paro una parada antes del puente. Me acerco a lo que creo que es un centro comercial pequeño, pero aparte de un par de tiendas, sólo hay una gran plaza con gente practicando parkour. Me quedo un rato a verles entrenar y marcho para casa. Ceno algo y a la cama, que mañana me espera un día agotador.

miércoles, 26 de marzo de 2014

Día 17

V. me despierta a las pronto por la mañana, pero en cuanto se va, me doy la vuelta y vuelvo a dormitar. A las 11:45 repto por fin fuera de la cama, voy camino a la cocina y justo antes de llegar me encuentro con P. Como V. se ha ido con sus hermanas a pasar el día fuera, P. y C. me invitan a comer con su familia, para que no esté sola. Aquí se come a la una, así que me pongo manos a la obra a hacer postre express: torrijas para los mayores y copas de yogur, crema de chocolate y plátano salteado para los niños. Jamás he hecho tanto postre en tan poco tiempo.
Me visto y bajo a ayudar con la comida: polenta con ragout todo junto y por separado; y, como no, alcachofas. Estoy a reventar para cuando llega el postre. Sacamos mis torrijas y las copas para los niños, y aparte, el bizcocho de manzana que ha hecho P. y fresas para todos. Uno de los niños no quiere su postre así que la copa va pasando de mano en mano hasta que se termina. ¡Y hasta me piden la receta de las torrijas! Todo un éxito y la verdad es que me lo he pasado genial. El peque hasta ha preguntado por mí para despedirse porque creía que no me iba a volver a ver.
A la tarde hago poca cosa aparte de escribir un rato el proyecto y descansar.



martes, 25 de marzo de 2014

Día 16

Hoy me espera un pedazo sábado de narices.
Recojo un poco el cuarto mientras espero a poder desayunar. Colacao con galletostas mientras hacemos la lista de la compra y... llamada a casa. Mi hermana está cocinando, así que hago lo que puedo por ella desde aquí. Road to Esselunga a coger lo más importante para este finde a parte de la verdura: leche, pan y aceite. Volvemos a casa con la compra y nos ponemos a hacer la comida. Un poco de tranquilidad antes de una ducha calentita que sabe a gloria. Me visto y cuando planeábamos salir, empieza a llover. Menuda tormenta y encima no para durante un buen rato. Para cuando escampa ya es demasiado tarde para los planes que teníamos, así que esperamos un poco más antes de salir. A las ocho salimos dirección Duomo para buscar a las hermanas de V. que llegan esta noche. Encontramos el hotel, nos damos la vuelta y justo llega el taxi con las dos princesas. Las dejo camino a su cena y yo voy a buscar a F. al restaurante.
Al parecer los españoles cenamos muy tarde, y justo está cocinando para una pareja. El mexicano al que íbamos a ir está cerrado esta noche, así que decidimos ir al Hard Rock Café. El local es un antiguo cine y aún se puede apreciar la estructura en el escenario y la parte de dentro, donde está la barra propiamente dicha. Es precioso por dentro, la música es genial, y los objetos de famosos son increíbles.

Estamos un buen rato allí y luego F. me acompaña hasta la parada del bus. Los bomberos llegan y se meten en el McDonnald's de la manzana de al lado, pero el autobús llega antes de que me pueda enterar de lo que pasa. Al llegar a casa me doy cuenta de que el bolsillo izquierdo de mi abrigo está roto, y el forro también. Parece ser que cuando meto las manos en los bolsillos, saco las garras de Lobezno para romper la tela. Me veo un capitulillo y a dormir.

domingo, 23 de marzo de 2014

Día 14 y 15

Vuelvo a juntar días porque son demasiado poco interesantes para escribirlos por separado.

Remoloneo en la cama todo lo que puedo el jueves. Hoy he dormido estupéndamente, así que tener la mañana libre para estar tranquilamente en casa es una delicia. Y para variar, no sé qué hacerme de comer. Miro en la nevera y... pollo otra vez. Es lo peor de hacer la compra para uno, hay productos que vienen en unos formatos demasiado grandes para uno pero no hay nada más pequeños; sobre todo productos frescos como carne y pescado. Me acabo haciendo pechuga de pollo con ensalada. Que no falte la verdura. El curro va fluido. Como los bizcochos no salieron bien no he podido traer para que los caten, así que este finde toca hacer torrijas si o si, así no hay peligro de levaduras.
Hoy hay un grupo de 19 japoneses, así que me tocan emplatar postres a diestro y siniestro. Menos mal que A. me ayuda con la fruta preparada. Y yo que creía que me iba a librar de la fruta... Conclusión, por mucho que F. amenace a A. De muerte, no puede morir. Si muere nadie me ayuda con la fruta, así que, no me lo puedo permitir. Después del trabajo, me tomo una cerveza con F. Charlamos de cómo nos gustaría cocinar y de cómo es realmente estudiar en una escuela de cocina.
Cuando llego a casa me entero de que el equipo de Florencia ha perdido contra la Juve, así que C. está un poco triste. Me meto de lleno con V. en nuestra pelea personal contra los mosquitos. Resultado: V. 1 – Yo 2 – Mosquitos 0. Aunque no debimos acabar con todos, porque al día siguiente tenía una nueva picadura.

El viernes trabajo de mañana, así que desayuno y cojo el bus. En la siguiente parada se suben 22 niños de unos siete años que van de excursión con sus profesoras. Al parecer aquí los viernes son días culturales y se hacen muchas excursiones en los colegios e institutos.
En el trabajo empiezo a limpiar alcachofas y picar pollo para hacer polpettas (albóndigas) luego. Cuando termino, F. me dice de bajar a tomar un café, pero a mi no me apetece. Al final me acaba convenciendo, y menos mal. Bajamos y hay croissants para redesayunar, y junto al café... ¡qué rico! Sigo preelaborando y ayudando a S. a hacer mousse de piña, pero acaba siendo algo más parecido a mi receta de 'Beso de melocotón'. Me mandan hacer los volcanes a mi sola si supervisión, y lo hago genial, para variar.

A la tarde planeaba hacer más cosas, pero cuando me quiero dar cuenta, me he quedado sopa viendo una serie. Hago la cena mientras V. se va a tomar algo, veo el capítulo que me he dormido y a la cama.

sábado, 22 de marzo de 2014

Día 13

Sin duda hoy es mi día de suerte.

Me levanto, me voy a la ducha y no hay agua caliente. Esta noche me han picado tantos mosquitos que parezco un gremlin. El autobús está a rebosar y parecemos una lata de sardinas. Ademas, hoy hay huelga de transporte, así que encima tengo suerte de que el bus llegue a tiempo. Llego al curro y lo primero que hago es cortarme el dedo y llorar con la cebolla. Poco después me pongo a freír verduras y me salta el aceite al brazo y a la cara. Genial, si no fuera poco con los mosquitos ahora también tengo una quemadura cerca del ojo. En el proceso de freír, prendo fuego al papel de la bandeja y yo todo tranquila. En el servicio me quemo con el horno y un poco más tarde con las patatas. A la hora de la limpieza, me cae vinagre en el corte de antes. Y cuando me estoy cambiando, entra P. y sale rápidamente con la cara rojísima. Superdía en cocina, vamos.

Salgo del curro y camino calle abajo. Entro en una juguetería monísima: modelismo y juguetes de madera aparte de juguetes normales. Paso por una oficina de Información y Turismo y me dan mapas de ciudad y bus, horarios de museos, y hasta me aconsejan sobre supermercados. Muy maja la chica. Como voy con el piloto automático puesto, empiezo a andar hacia mi casa. Cuando llego a Santa Croce me doy cuenta de mi error, pero claro, ya que estoy ahí, echo un vistazo a los puestos y saco una fotillo. Resulta que hay un puesto con miles de millones de moldes de pastelería: de bombones, flaneras, con la flor de lis florentina... y hasta uno con la forma del Duomo. Lo quiero. Lo necesito. ¡¡¡Mamáaaaaaaaa!!!

Cojo un bus que por suerte pasaba por allí y voy hasta casa de los compañeros. Subo a dejar la mochila y me voy con A. a comprar los ingredientes para el bizcocho. Volvemos a su casa y me pongo manos a la obra. 35 minutos después tenemos un bizcocho y un curioso y preocupante olor a amoniaco. No sabemos de dónde viene, así que meto al horno la segunda masa. Probamos el primer bizcocho y... puaj. Sabe medio bien, pero huele a amoniaco que echa para atrás. Resulta que la “levadura” que he comprado deja un ligero (ligero mis narices) olor a amoniaco, pero luego al enfriarse se va. Decidimos ir a dar una vuelta y dejar el bizcocho al aire. Me tomo mi primer helado: de nocciola (chocolate y avellanas) y stracciatella (chachiatella para algunos). Madre del amor hermoso, ¡¡pero que bueno está esto!! No sé cómo he tardado tanto en probar semejante placer de los dioses. Así que, ya sabéis, no esperéis ni un día; llegad y comed helado.
Visitamos OVS, una tienda de ropa, dónde A. y yo nos reímos bastante; y luego bajamos hasta el río a sentarnos a la luz de la luna, y las farolas, a tomar algo. Se nos acercan unos patos, pero N. nos protege como buena amiga que es. Cuá pa'ti.
Subimos a su casa, pero el bizcocho sigue oliendo a amoniaco, así que va directo a la basura; habrá que probar otra vez con levadura de verdad. Y me voy a casa. Bueno, lo intento. La huelga de transporte hace que tarde hora y media en vez de veinte minutos. Cojo un bus que me lleva hasta Piazzale Michelangiolo y luego me bajo cerca de casa y termino el camino andando.


Día cansado, raro de narices, pero creo que un buen día al fin y al cabo.