domingo, 18 de mayo de 2014

Día 48

Me despierto pronto, desayuno y me preparo un bocata para comer. Cojo el bus y voy a buscarlos a su albergue, que está situado justo en la plaza del mercado del jabalí. Me encuentro con el grupo de expedición de la compra, subimos y les ayudo a preparar el desayuno mientras terminan de prepararse todos. S. está escribiendo la postal que envían desde todos los sitios que visitan. En ella hasta mencionan mi presencia como guía y me hacen firmar. Cuando todos han desayunado y se están ultimando los bocatas de la comida, nos convocan a todos en la habitación más grande y... ¡regalo! Me muero de vergüenza. Me han traído una jarra de cerveza de Munich enoooorme. Me encanta tanto que prometo utilizarla para comer cereales mientras esté aquí, y cuando vuelva a Vitoria, nos tomaremos algo juntos con la jarra. Cogemos las mochilas y a patear. Tengo varias rutas posibles en la cabeza, pero elijo la que nos permita verlo todo antes para poder dejar tiempo para compras y maletas a la tarde, ya que ellos se van mañana muy pronto. Pasamos por el Palazzo Vecchio otra vez en dirección a Santa Croce. Después bajamos por el río hasta la Galeria degli Ufizzi y cruzamos el ponte Vecchio. Vamos hasta el Palazzo Piti y hacemos un alto para enseñarles la “plaza del tuerto florentina”. Pregunto si alguien tiene hambre, me dicen que no, y yo sugiero ir a tomar un helado en la mejor heladería de la ciudad. Oye, de repente hay hambre. La mención del helado es mágica para los estómagos. 
Y como no, hay tantos donde elegir que siempre queda alguno por probar. Veo que J. Ha cogido tarta de queso, y como ese no lo he probado, le robo una cucharada con todo el morro.
 La siguiente parada es en el Ponte Santa Trinita, ya que desde allí pueden hacer unas fotos preciosas del Ponte Vecchio. Las chicas se paran en los puestos de recuerdos y los chicos empiezan a aburrirse, así que les indico donde está la tienda de Ferrari. Todos contentos. Estamos ya en la Piazza de la Republica y queda muy poco por ver. Si hubieran venido a pasar dos días y medio, hubiéramos subido al Duomo al menos, pero están tan poquito tiempo que no da para más. Pasamos por la catedral en dirección a San Lorenzo, pues sólo nos falta eso por visitar. Comemos el bocata a la sombra y nos damos una hora para recorrer las calles adyacentes al mercado central, esas que están llenas de puestecillos. Algunos salen disparados, pero yo me quedo con mis compañeras para ayudarles con las compras. Tienen un espacio reducido, así que nada de gran tamaño. Van haciendo lista de deseo y les voy llevando a los puestos para cumplir sus peticiones. Poco antes de la hora acordada estamos en el punto de encuentro con tooooodo lo que queríamos.
Algunos vamos en busca de un restaurante con comida para celiacos mientras el resto va al albergue a descansar y preparar mochilas. Reservamos en uno cerca de San Marco y volvemos al albergue. Yo me voy con mis compañeras y nos reímos mucho contando historias y anécdotas pasadas a las “nuevas”. Compartimos un poco de chocolate que compraron en Milka cuando estuvieron en Munich, que rico. Es como estar en casa. Si el año que viene hacen otro viaje como este, haré todo lo que haga falta para poder ir con ellos. Como aun es pronto para la cena, organizamos dos grupos para ir a comprar alguna cosilla de última hora. El grupo 'expedición madera' parte hacia la tienda de regalos de madera con la moto gigante y los Pinochos. Yo, como no, guío a la 'expedición chocolate' hasta Lindt. Babas por todas partes. Volvemos al albergue y cuando llegan los que faltan vamos hacia el restaurante. No nos han podido poner en una sola mesa, así que nos distribuimos entre las tres que nos han reservado. Me toca con los monitores jefes y con gente que no conocía hasta el momento, pero me lo paso genial. Me encantan estos viajes entre colegas/monitores/entrenadores. Son como una gran familia. Algunos quieren ir de fiesta, pero yo acompaño a los que se quieren ir al albergue, ya que tengo que coger mi abrigo y mi superjarra de Munich. Pero la puerta del cuarto donde he dejado mis cosas está cerrada, y la llave la tienen las que se han ido de marcha; esperemos que no tarden mucho. Para hacer tiempo, ayudo a preparar los bocadillos para el viaje de mañana y justo cuando terminamos, se abre la puerta y entra mi salvadora con las llaves en la mano. M. y M. insisten en que vuelva en taxi a casa, pero mi decisión es clara. Si no cogí un taxi el día que llegué aquí, no voy a hacerlo ahora que me conozco los horarios de buses. Me despido de los que están en el piso, los besos y los abrazos vuelan por doquier, y prometemos quedar cuando vuelva a Vitoria.

Llego a casa muerta de tanto andar, se me habían curado ya las agujetas de estar con mi familia. Mando un mensaje para que sepan que he llegado y caigo en la cama casi dormida ya. Espero que les haya gustado estos dos días que han pasado en Florencia, desde luego, haberles acompañado ha sido todo un placer. Os quiero, chicos.

sábado, 17 de mayo de 2014

Día 46 y 47

Día 46 y 47

Lunes, a las seis de la mañana me despiertan mis dos compañeras de piso, que vuelven a casa ahora. Menos mal que hoy no trabajo, porque si no me las cargaba. Aprovecho el día para pasear, descansar y preparar todo para los dos días que van a pasar aquí los del interrail, que llegan mañana. No mucha novedad, así que me ahorro contaros este día.

Martes 22. Hoy me esperan muchas cosas, muchísimas.
Por la mañana trabajo, ya que así puedo pasar la tarde con los del interrail. Hoy no está A., así que después de preparar las patatas, mozzarella, espinacas... y todo lo que tenía que hacer, me encargo yo de fregar para que S. y F. puedan cocinar tranquilos. Termina el servicio y me pongo a limpiar, pero F. me echa de la cocina y me dice que me vaya con mis amigos. Me cambio rápidamente y llamo a M., el monitor jefe, para ver si han llegado bien. Quedamos para dentro de un par de horas, ya que han llegado hoy de Venecia y allí les ha llovido los dos días, así que muchos tienen la ropa mojada. Voy a casa y me preparo para la tarde y para la noche. Cojo mapas, la entrada para esta noche y sus billetes de tren para que puedan llegar hasta Berna cuando se vayan en un par de días, y a por ellos.
He quedado con ellos en la Piazza della Signoria que, como no, está abarrotada de grupos. Voy mirando hacia todos lados buscándolos hasta que los veo oteando la plaza en mi busca; bastante cómico. Abrazos, besos, miradas de “¿y quién es esta?” por parte de los que no me conocen... Me alegra muchísimo que estén aquí. Lo primero que hacemos es intercambiar las cosas que nos hemos traído. Ahora los billetes están en su poder y yo tengo por fin mi cargador de la cámara. Les cuento un poco la historia de la plaza y del palacio, así cómo el grabado en la piedra de la pared que da a la plaza. M. no para de hacer fotos, y por lo que me cuentan, es la fotógrafa oficial de todos los viajes. Me preguntan por esa heladería con helados tan ricos y por un mirador, y por supuesto, por un sitio rico donde puedan cenar 21 personas. Sitios ricos a raudales, pero mete tu a 21 personas en un comedor. Vamos directos a Leo's y aunque tienen un grupo antes, les hacen un hueco para las diez de la noche. Paseamos hasta el Duomo y lo rodeamos para que puedan verlo desde todos los ángulos. Nos paramos en el baptisterio para admirar las puertas de bronce mientras decidimos la siguiente parada. Como hoy no puedo estar mucho tiempo con ellos, nos decantamos por subir al mirador de Fiesole y después nos separaremos. Si meter 21 personas en un comedor resulta un pelín difícil, no queráis saber lo que es meter a 22 (me incluyo) más toda la gente aparte en un autobús. E. va validando los billetes como una profesional y nos preparamos para el viaje movidito hasta la última parada. Subimos la cuesta hasta el mirado, aunque para ser todos deportistas parecen demasiado cansados (es broma chicos, sé que llevabais muchos días pateando). Y... ahí está la ciudad en todo su esplendor. Las cámaras y los móviles vuelan de mano en mano sacando fotos, e incluso algunos reclaman que Espumadera salga del bolso. Como veis, ha hecho nuevos amigos hoy, muuuuuuchos nuevos amigos.
Volvemos a bajar hasta San Marco y allí me despido de ellos no sin antes indicarles una pequeña ruta para que se lo pasen bien hasta la cena. Cojo otro bus y me bajo en la parada anterior a la que debería, pero por suerte sigue estando cerca de mi objetivo. Encuentro mi asiento y empiezo a ponerme más y más nerviosa cuando veo que los bailarines empiezan a sacar a gente al escenario para saludar. Tengo suerte y me toca un padre con su hijo al lado que me dan algo de conversación y compartimos gominolas antes de que empiece el espectáculo. Por si no os acordáis, hoy voy a ver el Rocky Horror Show Live. Al principio creía que iba a ser una producción pequeña pero... oh, que equivocada estaba. Qué voces, en serio , qué voces. Imposible pensar ver esto en Vitoria. Me gusta tanto la función que hasta me compro la camiseta y el cd. De verdad, que maravilla. Me alegro de haberme atrevido a venir aún a riesgo de no entender ni jota, pero resulta que aunque el diálogo es en italiano, la narración es medio italiano medio español, y por suerte, las canciones son en inglés, como en la película original. In-cre-í-ble.

Cuando salgo ya no hay buses, pero tardo sólo 20 minutos en llegar a casa. Estoy llena de alegría. La visita del grupo de interrail me ha hecho sentir como en los viejos tiempos, sacándonos fotos, riéndonos... como cuando éramos niñas. Y el espectáculo ha sido la guinda del pastel de hoy. Ahora toca dormir, porque mañana toca día extraduro como guía turística.

Día 45

Me despierto un poco más tarde de lo normal y monto campamento en la sala para no molestar a las dormilonas del cuarto. Hago algo de limpieza y completo el cuaderno de prácticas hasta el día de hoy. Me hago una ensalada completita para comer y salgo para el curro. Me quedo mirando los contenedores de basura. Los de aquí son distintos a los de España. El marrón es para residuos orgánicos, el azul para la basura normal, y el amarillo para cartón y papel.
Hago mis tareas diarias con suma rapidez, pues ya me siento en esta cocina como en casa. Frío el pollo para la cena mientras S. hace el primer plato. Hacemos un poco de pesto casero y ordeno los frigoríficos para estar preparados para los clientes. Y esos clientes no llegan. Esperamos y esperamos, y cuando creíamos que nos íbamos a morir de aburrimiento... ¡una persona! Estamos tan tranquilos que F. me mira, hace una reverencia y me dice “tutto tuo”. No me lo puedo creer. Me pongo en marcha enseguida y meto el timbalo de melanzane en el horno. Mientras, cojo dos sartenes y preparo la salsa de tomate para el primero y las guarniciones para el segundo. Al menos son platos que controlo bastante bien, ya que he ayudado muchas veces a emplatarlos. El primero sale rápido y bonito hacia la sala y automáticamente me pongo con el segundo, que también me sale genial. Parece que tanto observar da sus frutos.
Después de este cliente vienen unos pocos más, pero no hay nada de ajetreo. F. comenta que dentro de poco esperar a otro tirozinante (un estudiante de prácticas) y, cito textualmente “Si viene alguien como Lidia, que es molto brava, bien. Pero si viene uno que se toca las narices, pues no”. Ay, no quepo en mi de gozo. Terminamos en día con unos postres y limpiamos entre todos para poder irnos antes a casa.

Cuando llego a mi cuarto veo que no están las otras dos ocupantes, así que me pongo una peli y a disfrutar de la noche del domingo.

martes, 13 de mayo de 2014

Día 44

Hoy el día comienza un poco mal, digamos. Desde hace dos días está en Florencia una amiga de V., mi compañera de habitación; y el año pasado estuvo alojada en mi casa durante su estancia de Erasmus. Si, menuda coincidencia. He ido a la compra y cuando he vuelto he visto que V. ha fumado otra vez en la cocina, así que he ido a la habitación a pedirle amablemente que no fume en la cocina, que por mucho que abra la ventana, apesta toda la estancia. Y... se ha cabreado. Al parecer estar en una casa de no fumadores y pedirle que no fume en la cocina es no entender sus necesidades como fumadora. En la pelea me ha soltado que T., su amiga, va a quedarse a dormir con nosotras tres días, que los caseros ya lo saben y que le han dado permiso. Ellos están de viaje, y me parece muy bien que venga de visita, pero también es mi cuarto y a mi no me han consultado nada. Así que, después de la pelea, V. ha decidido que no me va a hablar más en lo que queda de tiempo.
Me voy al curro y ordeno todo el pedido antes de ir a cenar con los compañeros. He traído morcilla de Burgos para que la prueben, así como un cuarto de Idiazabal. A F. le encantan las dos cosas e incluso me pide que le envíe comida cuando vuelva. Me da que esto va a crear una ruta comercial Vitoria - Florencia sin precedentes. En el servicio salteo las guarniciones y me encargo de los postres.
Ha sido un día cansado, y encontrarme con otra cama más no me agrada mucho. La chica es maja, pero V. no me habla, ni siquiera delante suyo, lo cual me parece otra falta de respeto enorme, no por mi, sino por su amiga. T. también fuma en la cocina, así que me alejo lo más posible de ahí y me voy al cuarto. Imposible no oírlas con las voces que dan aún teniendo las tres puertas que nos separar cerradas. Al final se vienen a dormir. Van a ser unos días muuuuy largos.


P.D.: No hay fotos estos días porque soy tan cazurra que me dejé en mi casa de Vitoria el cargador de la cámara y se me ha agotado la batería. Por suerte, el martes vienen los amigos del interrail, así que me lo traerán ellos. Buen viaje, por cierto, que hoy dormís en Munich si no me equivoco.

lunes, 12 de mayo de 2014

Día 43

Hoy toca día intenso en el curro, así que no hay tiempo para relajarse.
A la mañana preparo cuatro bizcochos grandes para los desayunos, 27 spuminos, crema pastelera y cuezo el hojaldre para el tegolino. Mañana superpastelera. También ayudo a emplatar los segundos y recojo un poco antes de irme a casa. Duermo un poco de siesta antes del turno de la tarde. Hoy también tenemos grupo, aunque no tan grande como el de ayer, sólo son 23 personas. Preparo las patatas para el grupo y de repente llega G., sor jefazo general, a decirnos que el postre que habían encargado no ha llegado. F. y G. se ponen nerviosos por momentos. El único postre que podemos ofrecerles es el spumino, pero no quieren tanto chocolate. G. pregunta si hay tiramisú para todos, pero es imposible. El nerviosismo aumenta, la temperatura empieza a subir, se miran de hito en hito... Levanto las manos y les llamo la atención. “Si me dais una hora, tenéis un postre”, les digo. Me miran como si no estuviera ahí. Doy una palmada y repito la oferta. Parecen despertar de golpe y me mandan a cocinar rápidamente. Todos me dejan en paz durante esa hora que he pedido. No dispongo de mucho tiempo ni ingredientes extraordinarios, así que me lo monto como puedo. ¿El resultado? Un pseudotiramisú que al menos nos salva del paso. No es para tirar cohetes, desde luego que no, pero los platos vuelven limpios. La reacción general es de absoluta adoración por haber venido esta tarde también, ya que sin mi, dicen, no habrían podido hacer un postre para 23 personas en una sola hora. Termino de recoger lo que puedo y me voy a casa cuando se cumplen mis horas límites en el curro. Estoy que no quepo en mi de gozo, imposible dormir. O eso creía, ya que en cuanto toco la cama no hay dios que me despierte. Por suerte mañana entro de tarde, así que tengo toda la mañana para descansar. Esperemos que no vuelva a pasar otra vez esto de quedarse sin postre. Qué nervios he pasado, madre mía; pero me alegro de que el resultado haya sido positivo.

Día 42

Ay, que día más difícil es hoy. Me levanto más pronto que de normal, me visto, y salgo de casa pitando. Voy a la pastelería que hay cerca de mi casa y compró una napolitana de chocolate y un par de piezas de bollería más para que desayune mi familia. Cojo el bus y me planto en su habitación antes de que hayan desayunado. Objetivo conseguido. Terminamos de montar la maleta y les acompaño a desayunar. Mi hermana es más feliz que una perdiz con su napolitana. Salimos del hotel y llegamos enseguida a la parada del bus que les lleva al aeropuerto. La espera se me hace mucho más corta de lo que en realidad es. Les digo adiós por la ventana y la manita de Espu se agita incluso más que la mía.
Cuando los pierdo de vista estoy muy triste. Se han ido y a mi aún me queda mucho tiempo aquí. Me voy a casa y me quedo toda la mañana ahí, viendo series, intentando no pensar en lo que me queda y haciendo planes para ese tiempo.
La tarde en el curro va ligera. Hay un grupo gordo de 100 americanos, pero es lo único que tenemos esta noche y ya está casi todo listo. Frío una masa como de pan para picotear y me voy a ordenar. Sinceramente, creo que van a echar de menos mis dotes ordenatorias cuando me vaya. (Mamá, sé que vas a leer esto, para ti esas dotes que he mencionado no son para tanto :D ). Terminamos antes de lo normal y me voy a casa a dormir y descansar todo lo que pueda, ya que me han pedido que vaya mañana unas pocas horas a la mañana aparte de mi turno de la tarde. En el bus me encuentro con un chico con un perro y mantengo una conversación en italiano. Parece que me entiende, así que me puedo dar por satisfecha.
La familia ha llegado bien a casa, así que ya puedo relajarme y disfrutar de lo que me queda aquí.

Día 41

Esto si que es madrugar y no lo he hecho hasta ahora. Antes de las siete ya me estoy vistiendo mientras se calienta el colacao. El bus viene casi vacío, pero en cuanto llego a mi parada ya se pueden ver turistas por las calles. Llego a la Galeria degli Uffizi y apenas hay cola. Mi hermana y mi madre llegan cuando quedan pocos metros de cola, y casi no tenemos que esperar para entrar. Subimos hasta arriba del todo por unas majestuosas escaleras de piedra y comenzamos la visita. Una vez más, mi hermana nos va haciendo de guía y comentando las curiosidades de cada cuadro, aunque, a decir verdad, parecen todos iguales, así que vamos buscando detalles graciosos en cada uno. Y así hasta que llegamos a la estrella de la Galeria: la Venus de Botticelli. Aunque la iluminación no es la más adecuada, el cuadro es sin duda foco de todas las miradas. Pocos se fijan que a unos metros hay dos cuadros del mismo artista mucho más bonitos en mi opinión donde las telas pintadas parecen reales. Lo dicho, la Venus no es para tanto. Seguimos viendo cuadro tras cuadro, y casi al final encontramos uno llamado Ritratto di Ortensia de' Bardi di Montauto. Impresiona ver lo guapa que es la mujer, los ojos con los que mira al espectador, totalmente vestida de negro... es precioso.
Salimos de la galería y llamamos a padre, que debe estar por ahí de paseo, pero no nos da tono. Vamos andando poco a poco hacia en hotel y parándonos en los puestos de recuerdos por si vemos algo que nos gusta. Como es el último día, vamos al mercado central a comprar la comida que quiero que se lleven. Hay regalos a montones, pero no lo puedo decir por aquí para que no se enteren los afortunados. No hemos conseguido contactar con padre, así que vamos al hotel a dejar las cosas y... nos lo encontramos leyendo el periódico. Salimos a comer algo rápido, ya que es bastante tarde para los restaurantes de aquí. Vamos a dar el último paseo por la ciudad y comprar los últimos recuerdos. Como estamos muy cansados, decidimos ir al hotel a descansar un poco mientras hacemos la maleta, pero yo me acabo quedando sopa. Me despierto a las ocho de la tarde, y como no hay hambre, pero algo hay que cenar, vamos a un local enfrente del mercado de la plaza donde está la estatua del jabalí. Es un sitio especializado en chocolate y tiene helados con diferentes cacaos dependiendo de su procedencia, pero nosotras vamos directamente a por los crepes. Por dios, que buenos están. Y para culminar la noche, tomamos algo en un bar cerca del Duomo.

Me acompañan hasta la parada del bus y me despido. Su última noche en Florencia, ya no vendrán a despedirme más noches, ni los acompañaré a su hotel, ni les enseñaré nada... es triste, pero la vida debe continuar, y aún no se han ido, así que, a dormir.

domingo, 11 de mayo de 2014

Día 40

Según he calculado, estoy exactamente en la mitad de la estancia. Me quedan 40 días más por delante, pero hoy eso no me importa. Me levanto y voy a recoger a la familia al hotel. Los del restaurante han sido muy majos y me han dejado cuadrar los turnos como yo quiero para poder estar el máximo tiempo con ellos.
Nos plantamos en la Galeria de la Accademia bastante antes de nuestra hora de entrada, así que aprovechamos para coger las entradas para la Galeria degli Uffizi. Cogemos solo tres, ya que a mi padre los museos tampoco le interesan tanto. Nos ponemos en la cola y una chica nos hace pasar por una entrada secundaria sin mirar la hora que pone en nuestras entradas. Mi hermana es nuestra guía aquí dentro, ya que es ella la que sabe más de arte. Y si hay que traducir algo, lo hacemos entre las dos. Vamos pasando obra tras obra y al final llegamos a la estrella de la Galeria: el David. Vamos observándolo y comentando nuestras impresiones mientras lo rodeamos. A mi sólo me gusta desde un punto, desde la derecha, hacia donde gira la cara. Hay un punto en el que lo miras y parece que en cualquier momento te va a hablar. Tiene unos ojos y una cara... desde ese punto es genial. La malo es que si lo miras desde otro lado, y a riesgo de recibir palos por mi opinión, el señor David está totalemente desproporcionado. Entiendo que esas fueran las medidas perfectas en aquel entonces, pero, siento decirlo, no me gusta el David. Seguimos la visita, vemos el museo de música, donde descubrimos instrumentos que nunca antes habíamos visto y compramos unas postales de esa mirada del David a la salida.
Ya es la hora de comer, así que vamos a buscar un sitio camino a la estación de tren. Encontramos uno buenísimo cerca del Duomo. Yo me pido una calzopizza: mitad calzone, mitad pizza. Y descubro que cuando en la carta pone 'ligeramente picante', quiere decir 'picante salido de los infiernos de Mordor'. Pero bueno, está riquísima igualmente. Vamos a la estación de tren y cogemos los billetes a Pisa. Aún nos queda un rato, pero la cola de espera para preguntar por los billetes de interrail es demasiado larga, así que nos montamos en el tren. Casi me quedo dormida, y por casi creo que me dormí del todo, cabeza con cabeza con mi hermana. Si, hay foto. No, no la vais a ver. Llegamos a Pisa y nos encaminamos hacia el Duomo. Seguimos la ruta que nos recomienda la guía que nos ha prestado nuestra prima. Según esa guía, debemos ir por una calle secundaria que desemboca en una plaza desde la cual se tiene una vista sobrecogedora de los tres edificios que están inclinados: el Duomo, el baptisterio y el campanario, más conocido como la Torre de Pisa. Llegamos a la plaza y... lo siento, hoy parece que está siendo un día de decepciones. Veo la imagen y todo lo que pienso es “jopé, qué chiquitín es todo”. Nos acercamos al recinto del Duomo, admiramos la famosa Torre y... ¿y el resto? ¿Dónde está el resto de la torre? El las postales parece grande, magnífica, esbelta. Aquí... mide 45 metros y casi se puede pisar antes que verla. Leemos su historia, no menos desternillante que su altura. Resulta que empezaron a construirla y cuando llevaban diez metros se empezó a inclinar, así que, en vez de parar, siguieron construyendo. “Ya se ocupará alguien del futuro en apuntalarla, y si no, seguro que queda muy turística”, pensó uno de los albañiles de la época. Tomamos algo en el peor bar de Pisa sin quitarnos el hambre y cogemos el tren. Hoy no me quita nadie cenar en el Hard Rock. Después de aplazarlo desde el sábado, vamos a cenar ahí y punto. Hasta a mi padre le gusta la cena, y eso que no es comida normal del todo. Terminamos la cena compartiendo un brownie con helado que está de muerte. Este se queda apuntado para repetir antes de irme a Vitoria.

Cuando llego a casa aún tengo el sabor del chocolate en la boca. A dormir, que mañana si que toca madrugar.



miércoles, 7 de mayo de 2014

Día 39

Hoy me despierto algo más tarde. A mi me toca currar a la mañana, y mi hermana y mi madre tienen plan para visitar el Palazzo Pitti por dentro. El trabajo va como de normal, mucha preelaboración de verdura, rehacer la mozzarella, el fondo... y en el servicio salteo y preparo las guarniciones. Preparo un litro de crema pastelera para que a la tarde puedan hacer la tarta de manzana y ordeno los frigoríficos antes de irme. Me dejan salir un poco antes para que pueda pasar más tiempo con mi familia.
Voy hasta la plaza San Marco y espero a que venga mi familia, pero pasa un rato y solo aparece mi padre. Al parecer el Palazzo Pitti estaba cerrado hoy, así que se han dedicado a pasear y mi hermana y mi madre estaban ahora preguntando por los billetes del interrail. Vamos hacia la parada de bus que tienen cerca de su hotel y justo las vemos en el autobús que llega, así que nos subimos. Esta tarde vamos a mi casa, en parte a dejar la maleta con todas las cosas que me han traído, y en parte a tomar el café con mis caseros. Dejamos las cosas en mi cuarto y bajamos a tomar el café. P. ha hecho unos dulces de manzana y todo. Charlamos un rato, les damos unos regalitos y salimos hacia nuestra siguiente parada: Fiesole. Pasamos por el campo de futbol y cogemos el bus 7 hasta la última parada. Subir las escaleras hasta el mirador se nos hace duro, pero las vistas merecen la pena. Tomamos algo en la plaza antes de coger el bus al centro.
Damos un paseo por allí y vamos mirando tiendas, entre otras la Disney Store, de la cual estoy absolutamente enamorada. Mi hermana y yo compartimos un bocagofre. No sé si se llama así exactamente, pero describe perfectamente lo que es: un gofre con chocolate tapado con otro gofre. Un bocadillo de gofre, un bocagofre. No os podéis imaginar la guarrada más rica que es. Vamos hasta la plaza del jabalí, cinghiale en italiano. Es uno de los antiguos mercados que aún quedan en Florencia y es el único en el que no se vende comida. Empieza a ser tarde, así que los comercios están cerrando. Aplazamos una vez más el plan de cenar en el Hard Rock, pero sí vamos a mirar las camisetas. Es tradición llevarse una de cada Hard Rock que visitamos, así que toca mirar diseños y pensar en cuál de todas queremos llevarnos.

Mañana toca día de museo y viaje, así que, a descansar.

domingo, 4 de mayo de 2014

Día 38

Después de la pateada de ayer, hoy toca día más “tranquilo”, es decir, igual de movidito, pero en Florencia. Les voy a recoger y vamos a la estación de tren a preguntar por unos billetes internacionales para un grupo de amigos que vienen en dos semanas de interrail, pero los de información de trenes están de huelga. Salimos y nos acercamos a Información y Turismo a ver si nos saben indicar en qué parque estuve con mis compañeros viendo el mercadillo de antigüedades. Nos dicen una y otra vez que es el Parque le Cascine, que yo estoy segura de que no es ahí, pero no nos saben decir otra posibilidad. Nada, nos vamos para Cascine. Para ir más rápido queremos coger el tranvía, que tiene su primera parada justo al lado de la estación de tren. Entra mi padre, entra mi hermana, entro yo, y mi madre... se cierran las puertas. Si, exacto, mi madre se ha quedado fuera. Sé que va a leer esto, así que intentaré no ser muy cruel: mi madre, sola, sin un billete porque los tenía todos mi hermana, con conocimientos de idiomas casi nulos... Pues oye, mientras volvíamos a buscarla se las apañó para comprar un billete y llegar al parque antes que nosotros. ¡Ole mi madre y su primera aventura en solitario en Italia!
Parque Le Cascine, mercadillo de 1 kilómetro de largo a lo mercadillo de los gitanos pero con un gran fallo: aquí los vendedores no te animan con sus cancioncillas ni sus rimas cantadas a pleno pulmón. Nada de “Piyamas a 3 euro”, ni “Bragas por 1 euro”, nada. Aquí son unos aburridos. Vamos pasando por tropecientos puestos de ropa y comida. Hay puestos con cerdos asados enteros, y te hacen el panino al momento; y otros donde van haciendo una especie de barquillos dulces típicos de aquí. Nos recorremos el mercadillo entero, cruzamos el puente y vamos paseando dirección Palazzo Pitti. Pasamos por una de las puertas de la antigua muralla y ya estamos casi famélicos, así que paramos a comer en el restaurante que hay en el Ponte a la Carraia. Al terminar de comer nos pasan una encuesta de satisfacción y mejoras; en la escuela estarían orgullosísimos de ellos. Tomamos un helado en la Heladería La Carraia, que para mi, es la mejor que hay en todo Florencia, y ponemos rumbo al Palazzo Pitti. Por el camino empieza a chispear, así que se nos agua un poco el día. Pasamos por Pitti después de una pequeña vuelta porque me equivoco de camino y vamos derechitos al Ponte Vecchio. Yo le enseño a mi hermana todas las maravillas que se exponen en los escaparates de las joyerias. Estamos algo cansadas de tanta caminata, así que pasamos por la Galeria degli Uffizi y nos sentamos un rato en la Piazza della Signoria mientras contemplamos las estatuas. Una vez descasados, vamos a nuestra última parada cultural del día, Santa Croce, pero por el camino nos paramos a mirar una tienda. Todas las cosas que se venden son de madera al estilo de Pinocho. Curioseamos durante un rato y seguimos hacia la plaza. Sacamos unas fotillos y paseamos admirando la fachada de la iglesia. Volvemos hacia la zona de tiendas para gente pudiente y damos una vueltecilla por allí, pero la verdad es que estamos todos muy cansados y yo trabajo mañana, así que me dejan pronto en el bus. Y sin cenar ni nada, a la cama caigo como una plancha.

sábado, 3 de mayo de 2014

Día 37

Hoy tenemos plan de viaje, así que voy a recogerles al hotel pensando en mi planing de la semana. Hoy estaba programada Pisa, pero ayer P. nos recomendó ir a Siena, que es mucho más bonita. Miramos el mapa y vemos que San Gimignano pilla casi de paso, así que cogemos las cosas y nos vamos a la estación de tren. Cogemos los billetes en una de las máquinas de la sala y volamos al andén. Después de pasar por casi todos los vagones, por fin encontramos cuatro asientos libres juntos. Aunque nos sirven de poco, porque salvo yo, todos se marean si no van mirando hacia delante. Pasa la revisora y nos debe ver cara de turista total, porque nos avisa de que hay que validar los billetes antes de subirse al tren. Uy, menos mal que es nuestra primera vez y que nos ve un poco perdidos con el italiano, porque la multa es algo así como medio riñón.
Una hora y algo de viaje después llegamos a Siena. La estación es super curiosa. A los andenes se accede desde un centro comercial pequeño, y hay escaleras mecánicas hasta lo alto de la colina donde está ubicado el centro histórico. Paseamos por una calle que nos lleva al Duomo de Siena. Para los que no lo sepáis, 'duomo' significa 'catedral', así que hay un montón por toda Italia. La calle es larguísima, recorre casi toda la ciudad de punta a punta. La plaza de la catedral es preciosa, y la catedral en sí también. Muy del estilo de la de Florencia. Comemos en un restaurante cercano y vamos a la Piazza del Campo. Es una plaza muy curiosa en forma de abanico presidida por el Palazzo Pubblico (el ayuntamiento). Nos quedamos un rato riéndonos de las palomas de la fuente, que son tan tontas como para caerse al agua sólo por intentar ligar. Pasamos otra vez por la Tienda del Chocolate y volvemos a la estación de tren.
Esta vez sí validamos el billete antes de entrar. Cogemos el tren dirección Empoli/Florencia, pero nos paramos en Poggibonsi. Desde ahí vamos a coger un autobús que nos llevará a San Gimignano, pero como aún hay tiempo, vamos a merendar. Son tan sólo 11km de trayecto en bus, pero casi me quedo dormida. Tenemos un bus de vuelta algo más de una hora después, así que nos ponemos en marcha sin perder tiempo. El pueblo es precioso, es lo que llaman el Manhattan toscano: casas bajas y torres altísimas que destacan en el cielo. Entramos en una tienda y compramos unos preparados para pasta que nos ha pedido mi prima, y claro, ya que estamos, hacemos compras para más gente. No todos los días vienen a visitarte a Italia, hay que aprovechar; y visto que mi sitio en las maletas es limitado, cuando mi familia vuelva a Vitoria se llevarán algunas cosas para que no tenga que llevarlas yo en mayo. En una hora recorremos el pueblo de punta a punta y cogemos los billetes de tren en una tienda al lado de la parada.
No hemos tenido tiempo para visitar a fondo las dos paradas de hoy, pero aún así nos ha gustado mucho todo lo que hemos visto. El viaje San Gimigniano – Poggibonsi – Florencia se nos hace más rápido de lo que esperábamos. Pierdo el autobús por poco, así que cogemos unos paninos y cenamos en su habitación del hotel. Mis padres me acompañan hasta la parada y una vez más, les digo adiós desde la ventana.