Voy
a acelerar un poco los días y centrarme en las cosas interesantes,
ya que con los pocos días que me quedan, contar lo que hago todos
los días en el curro me resulta aburrido, y supongo que a vosotros
también.
Mi
día 51 va de lo más normal. Turno de tarde, así que aprovecho la
mañana para dormir y buscar información sobre los sitios que quiero
visitar en mi último mes aquí. A la tarde me dejan cocinar unos
cuantos segundos y preparar un poco de la cena de la familia.
El
domingo (día 52) si es un día para contar. Estos últimos días ha
estado haciendo solecito, pero hoy el cielo ha amanecido encapotado.
Aún así, nada puede detenerme hoy. Desayuno, me hago un bocadillo y
me marcho a la aventura de Florencia. Mi plan para hoy es subir hasta
el Piazzale Michelangelo y dar una vuelta por la parte sur del río.
Como no conozco mucho esa parte de la ciudad, me busco el autobús
que me sube hasta el Piazzale, pero me pierdo un poco y tengo que
mirar el mapa más de una vez. Justo cuando llego a la parada empieza
a lloviznar, así que temo por mi día de excursión.
La
vista desde la plaza es espectacular, de hecho, hago tantas fotos que
no sé cuál poneros exactamente. Se puede ver toda la ciudad, de
punta a punta y de canto a canto. Una auténtica preciosidad. Ayudo a
una pareja joven a sacarse una foto con su bebé y me pongo a hacerle
el álbum a Espumadera. Hace tanto viento aquí arriba que tengo que
andarme con cuidado para que la cebra viajera no se convierta en la
cebra voladora. La estatua de Michelangelo me decepciona un poco.
Después de haber visto la copia de la Piazza della Signoria y la
original en la Galleria della Accademia, ver otra copia más en
bronce pues no asombra demasiado. Lo malo de subir hasta aquí cuando
está lloviendo es que hay que esperar bastante rato al autobús para
bajar.
La
zona por la que va el autobús para bajar es algo así como Armentia.
Estoy un poco perdida por esta parte de la ciudad pero la suerte hace
que decida bajarme en la parada correcta. Subo hacia el río pasando
por la antigua puerta de la muralla de la ciudad, y me voy parando
cada pocos metros a leer las inscripciones de los edificios que hay
en mi camino. Os voy a contar un secreto: siempre que vengo a esta
parte del río, mi objetivo es muy claro, la Gelateria La Carraia. Es
una maravilla comerse un helado de aquí, una autentica maravilla. Ya
con mi helado voy mucho más contenta por la calle. Me meto en el
centro y sigo paseando hasta que me canso. Son casi las cuatro para
cuando me acerco a la parada del bus y me como un poco de bocata
mientras espero. El resto de la tarde me la paso en casita descansado
y viendo unas series, que ya hacía tiempo que no veía ninguna.
EL
53 es uno de tantos. Trabajo a la mañana, así que preelaboraciones
diarias y saltear alguna que otra cosa. Como un poco de pasta con
berenjena y tomate con lascas de parmesano que está riquísimo. Creo
que la pasta con berenjena es uno de mis nuevos platos favoritos. Nos
reímos mucho porque esta noche me han picado muchos mosquitos y
parezco un alien. Y para colmo, me corto el dedo meñique. Como si
fuera poco lo de las picaduras...
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