viernes, 28 de marzo de 2014

Día 19

Hoy puedo remolonear un poco más en la cama porque entro a las 11, y de verdad que necesito hacerme con todas las fuerzas que pueda.
El autobús viene tarde y está llenísimo de gente, tanto que en algunas paradas ni siquiera abre la puerta para que no entren más personas. Y para colmo hay una manifestación de estudiantes muy cerca de mi parada que provoca una pequeña retención. Llego justa al curro, me cambio y empiezo con ganas. Tomate, alcachofas, alcachofas y aún más alcachofas. Preparo las verduras al grill para la mesa grande de después y mozzarella rebozada para el grupo de la noche. Como un couscous vegetariano excelente que ha preparado S., y cuando él se va, me quedo con F. y A. para hacer el grupo grande. Todo va de maravilla. Ayudo a emplatar y voy trayendo cosas de la nevera para seguir con el servicio. Llegan los postres y... quieren nueve tiramisús, nueve; y evidentemente, no hay. Saco nueve copas para montar los postres en un momento, y cuando ya llevo más de la mitad, viene un camarero a decir que sólo hay que hacer cinco. Monto los tiramisús y la fruta mientras F. prepara los crèpes. En menos de lo que creíamos hemos terminado con el grupo, así que nos ponemos con el cocktel de esta tarde.
A. prepara un poco de pasta con atún y aceitunas y matamos el poco hambre que nos quedaba. Voy preparando tostadas y rellenos y... por fín llega mi momento. Hago mi primera salsa de achicoria y gorgonzola. Por alguna extraña razón no puedo evitar reírme cada vez que alguien dice gorgonzola, será porque me recuerda a Booth de Bones llamando eso a Gormogón. F. prepara lasagna con una pasta precocida que me parece venida del futuro, me encanta. Vuelve S. y empieza el servicio del cocktel. Ellos van cocinando mientras yo preparo crema pastelera. Aquí la hacen con proporciones distintas, así que me apunto la receta para la próxima vez. Hago yo solita la cena para la familia: pasta con salsa de tomate y ragout y filetes al horno con verduritas y patatas. ¡Yo solita! Miro el reloj y veo que ya casi se han cumplido las 8 horas máximas de trabajo que puedo hacer al día, así que F. me manda para casa.
Llego a casa cansadísima. Ha sido un día muy duro, así que ceno algo y a la cama, que mañana toca más.

jueves, 27 de marzo de 2014

Día 18

Y... comienza la semana otra vez. Y otra vez el despertador de V. me martillea la cabeza media hora antes de levantarse. Pero no me importa mucho porque hoy tengo un día en cocina estupendo.
Empezamos con tomates y alcachofas, como no. Pero seguimos con pechugas de pollo y solomillos de cerdo; algo nuevo por fin. A media mañana bajamos a redesayunar. Qué bueno está el café de aquí, me quedaría eternamente en Florencia sólo por la comida que hay. Hoy S. hace paninis verdes. Si, verdes, con colorante, nada de espinacas o albahaca no, colorante. Tienen una pinta horrenda, muy ricos, pero horrendos a la vista humana. El servicio empieza y va muy rápido. Van llegando comandas de postres y S. y yo los vamos sacando adelante sin que el chef se entere. Para cuando nos dice algo, ya ha terminado el servicio y ha ido todo perfecto. Antes de dar por finalizado mi turno, aplasto unas patatas cocidas para un puré especial que hay que hacer para esta tarde. La cosa de aplastar las patatas es genial, pero no me la puedo llevar, jo.
Vuelvo a casa y me pongo a terminar las torrijas que quedaban por hacer. Termino en una hora y me acerco al curro a llevarles unas cuantas para que se las tomen de postre con la cena y a ver el puré especial. Resulta que es un puré con colorante rojo y parece una masa rosita. No sé qué les ha dado hoy por hacer comida de colores, pero espero que no se repita.

Cojo el bus de vuelta a casa, pero me paro una parada antes del puente. Me acerco a lo que creo que es un centro comercial pequeño, pero aparte de un par de tiendas, sólo hay una gran plaza con gente practicando parkour. Me quedo un rato a verles entrenar y marcho para casa. Ceno algo y a la cama, que mañana me espera un día agotador.

miércoles, 26 de marzo de 2014

Día 17

V. me despierta a las pronto por la mañana, pero en cuanto se va, me doy la vuelta y vuelvo a dormitar. A las 11:45 repto por fin fuera de la cama, voy camino a la cocina y justo antes de llegar me encuentro con P. Como V. se ha ido con sus hermanas a pasar el día fuera, P. y C. me invitan a comer con su familia, para que no esté sola. Aquí se come a la una, así que me pongo manos a la obra a hacer postre express: torrijas para los mayores y copas de yogur, crema de chocolate y plátano salteado para los niños. Jamás he hecho tanto postre en tan poco tiempo.
Me visto y bajo a ayudar con la comida: polenta con ragout todo junto y por separado; y, como no, alcachofas. Estoy a reventar para cuando llega el postre. Sacamos mis torrijas y las copas para los niños, y aparte, el bizcocho de manzana que ha hecho P. y fresas para todos. Uno de los niños no quiere su postre así que la copa va pasando de mano en mano hasta que se termina. ¡Y hasta me piden la receta de las torrijas! Todo un éxito y la verdad es que me lo he pasado genial. El peque hasta ha preguntado por mí para despedirse porque creía que no me iba a volver a ver.
A la tarde hago poca cosa aparte de escribir un rato el proyecto y descansar.



martes, 25 de marzo de 2014

Día 16

Hoy me espera un pedazo sábado de narices.
Recojo un poco el cuarto mientras espero a poder desayunar. Colacao con galletostas mientras hacemos la lista de la compra y... llamada a casa. Mi hermana está cocinando, así que hago lo que puedo por ella desde aquí. Road to Esselunga a coger lo más importante para este finde a parte de la verdura: leche, pan y aceite. Volvemos a casa con la compra y nos ponemos a hacer la comida. Un poco de tranquilidad antes de una ducha calentita que sabe a gloria. Me visto y cuando planeábamos salir, empieza a llover. Menuda tormenta y encima no para durante un buen rato. Para cuando escampa ya es demasiado tarde para los planes que teníamos, así que esperamos un poco más antes de salir. A las ocho salimos dirección Duomo para buscar a las hermanas de V. que llegan esta noche. Encontramos el hotel, nos damos la vuelta y justo llega el taxi con las dos princesas. Las dejo camino a su cena y yo voy a buscar a F. al restaurante.
Al parecer los españoles cenamos muy tarde, y justo está cocinando para una pareja. El mexicano al que íbamos a ir está cerrado esta noche, así que decidimos ir al Hard Rock Café. El local es un antiguo cine y aún se puede apreciar la estructura en el escenario y la parte de dentro, donde está la barra propiamente dicha. Es precioso por dentro, la música es genial, y los objetos de famosos son increíbles.

Estamos un buen rato allí y luego F. me acompaña hasta la parada del bus. Los bomberos llegan y se meten en el McDonnald's de la manzana de al lado, pero el autobús llega antes de que me pueda enterar de lo que pasa. Al llegar a casa me doy cuenta de que el bolsillo izquierdo de mi abrigo está roto, y el forro también. Parece ser que cuando meto las manos en los bolsillos, saco las garras de Lobezno para romper la tela. Me veo un capitulillo y a dormir.

domingo, 23 de marzo de 2014

Día 14 y 15

Vuelvo a juntar días porque son demasiado poco interesantes para escribirlos por separado.

Remoloneo en la cama todo lo que puedo el jueves. Hoy he dormido estupéndamente, así que tener la mañana libre para estar tranquilamente en casa es una delicia. Y para variar, no sé qué hacerme de comer. Miro en la nevera y... pollo otra vez. Es lo peor de hacer la compra para uno, hay productos que vienen en unos formatos demasiado grandes para uno pero no hay nada más pequeños; sobre todo productos frescos como carne y pescado. Me acabo haciendo pechuga de pollo con ensalada. Que no falte la verdura. El curro va fluido. Como los bizcochos no salieron bien no he podido traer para que los caten, así que este finde toca hacer torrijas si o si, así no hay peligro de levaduras.
Hoy hay un grupo de 19 japoneses, así que me tocan emplatar postres a diestro y siniestro. Menos mal que A. me ayuda con la fruta preparada. Y yo que creía que me iba a librar de la fruta... Conclusión, por mucho que F. amenace a A. De muerte, no puede morir. Si muere nadie me ayuda con la fruta, así que, no me lo puedo permitir. Después del trabajo, me tomo una cerveza con F. Charlamos de cómo nos gustaría cocinar y de cómo es realmente estudiar en una escuela de cocina.
Cuando llego a casa me entero de que el equipo de Florencia ha perdido contra la Juve, así que C. está un poco triste. Me meto de lleno con V. en nuestra pelea personal contra los mosquitos. Resultado: V. 1 – Yo 2 – Mosquitos 0. Aunque no debimos acabar con todos, porque al día siguiente tenía una nueva picadura.

El viernes trabajo de mañana, así que desayuno y cojo el bus. En la siguiente parada se suben 22 niños de unos siete años que van de excursión con sus profesoras. Al parecer aquí los viernes son días culturales y se hacen muchas excursiones en los colegios e institutos.
En el trabajo empiezo a limpiar alcachofas y picar pollo para hacer polpettas (albóndigas) luego. Cuando termino, F. me dice de bajar a tomar un café, pero a mi no me apetece. Al final me acaba convenciendo, y menos mal. Bajamos y hay croissants para redesayunar, y junto al café... ¡qué rico! Sigo preelaborando y ayudando a S. a hacer mousse de piña, pero acaba siendo algo más parecido a mi receta de 'Beso de melocotón'. Me mandan hacer los volcanes a mi sola si supervisión, y lo hago genial, para variar.

A la tarde planeaba hacer más cosas, pero cuando me quiero dar cuenta, me he quedado sopa viendo una serie. Hago la cena mientras V. se va a tomar algo, veo el capítulo que me he dormido y a la cama.

sábado, 22 de marzo de 2014

Día 13

Sin duda hoy es mi día de suerte.

Me levanto, me voy a la ducha y no hay agua caliente. Esta noche me han picado tantos mosquitos que parezco un gremlin. El autobús está a rebosar y parecemos una lata de sardinas. Ademas, hoy hay huelga de transporte, así que encima tengo suerte de que el bus llegue a tiempo. Llego al curro y lo primero que hago es cortarme el dedo y llorar con la cebolla. Poco después me pongo a freír verduras y me salta el aceite al brazo y a la cara. Genial, si no fuera poco con los mosquitos ahora también tengo una quemadura cerca del ojo. En el proceso de freír, prendo fuego al papel de la bandeja y yo todo tranquila. En el servicio me quemo con el horno y un poco más tarde con las patatas. A la hora de la limpieza, me cae vinagre en el corte de antes. Y cuando me estoy cambiando, entra P. y sale rápidamente con la cara rojísima. Superdía en cocina, vamos.

Salgo del curro y camino calle abajo. Entro en una juguetería monísima: modelismo y juguetes de madera aparte de juguetes normales. Paso por una oficina de Información y Turismo y me dan mapas de ciudad y bus, horarios de museos, y hasta me aconsejan sobre supermercados. Muy maja la chica. Como voy con el piloto automático puesto, empiezo a andar hacia mi casa. Cuando llego a Santa Croce me doy cuenta de mi error, pero claro, ya que estoy ahí, echo un vistazo a los puestos y saco una fotillo. Resulta que hay un puesto con miles de millones de moldes de pastelería: de bombones, flaneras, con la flor de lis florentina... y hasta uno con la forma del Duomo. Lo quiero. Lo necesito. ¡¡¡Mamáaaaaaaaa!!!

Cojo un bus que por suerte pasaba por allí y voy hasta casa de los compañeros. Subo a dejar la mochila y me voy con A. a comprar los ingredientes para el bizcocho. Volvemos a su casa y me pongo manos a la obra. 35 minutos después tenemos un bizcocho y un curioso y preocupante olor a amoniaco. No sabemos de dónde viene, así que meto al horno la segunda masa. Probamos el primer bizcocho y... puaj. Sabe medio bien, pero huele a amoniaco que echa para atrás. Resulta que la “levadura” que he comprado deja un ligero (ligero mis narices) olor a amoniaco, pero luego al enfriarse se va. Decidimos ir a dar una vuelta y dejar el bizcocho al aire. Me tomo mi primer helado: de nocciola (chocolate y avellanas) y stracciatella (chachiatella para algunos). Madre del amor hermoso, ¡¡pero que bueno está esto!! No sé cómo he tardado tanto en probar semejante placer de los dioses. Así que, ya sabéis, no esperéis ni un día; llegad y comed helado.
Visitamos OVS, una tienda de ropa, dónde A. y yo nos reímos bastante; y luego bajamos hasta el río a sentarnos a la luz de la luna, y las farolas, a tomar algo. Se nos acercan unos patos, pero N. nos protege como buena amiga que es. Cuá pa'ti.
Subimos a su casa, pero el bizcocho sigue oliendo a amoniaco, así que va directo a la basura; habrá que probar otra vez con levadura de verdad. Y me voy a casa. Bueno, lo intento. La huelga de transporte hace que tarde hora y media en vez de veinte minutos. Cojo un bus que me lleva hasta Piazzale Michelangiolo y luego me bajo cerca de casa y termino el camino andando.


Día cansado, raro de narices, pero creo que un buen día al fin y al cabo.

jueves, 20 de marzo de 2014

Día 12

Apenas he dormido por los ronquidos de V. Hay que ver el ruido que hace para lo pequeña que es.
Toca turno de mañana en el curro. Como siempre, llego un poco antes y me pongo con mis tareas rápidamente. Patatas en el horno y el pan en marcha. Me pongo a preelaborar verdura y cuando F. saca las patatas me dice que están absolutamente perfectas. Así da gusto ir al curro. El servicio va rapidillo, como siempre y voy emplatando cada vez más y hasta intento saltear. Pero para variar, pasa lo que pasa. Para explicarlo facilmente: no tengo fuerza en el brazo ni para levantar la sartén como para moverla y saltear. Después de intentarlo un par de veces y acabar tirando cosas, me aparto con elegancia y vuelvo a mi puesto de 'ni se te ocurra saltear más hoy'.
Cuando llego a casa estoy tan cansada que me quedo dormir mientras escribo. Horas más tarde me despierta V. con su taconeo habitual al andar/ patear la casa. Me empieza a hablar de llamar a un chico que conoció el sábado, pero que si no es guapo y tiene coche que no quiere quedar con él y cosas así. Es una chica muy superficial. He tenido que aguantar muchas cosas a lo largo de mis 23 años. Si, es poco tiempo y lo que me queda aún. Pero de verdad que con esta chica no puedo.

Me pongo los cascos y el volumen a tope y me pongo a hablar con los compañeros de Erasmus y con mi familia. Por fin hay fechas de viaje. Ahora toca organizar los días que vayan a estar aquí para aprovechar el tiempo al máximo y que mi hermana vea todo lo visible de Florencia y alrededores. Y encima ya he hecho planes para mañana. A ver si sale todo bien y va mejorando la cosa.

Día 11

Antes que nada deciros que se me olvidó comentar del día de ayer una cosilla. A A., el compañero que se compró la bici, le pinchaban las ruedas por dejarla en el portal, apartada de la zona de paso. Por no subirla y bajarla todos los días tres tramos y medio de escaleras, decidió dejarla ahí. Ante la insistencia de algún desgraciado que en vez de avisar, le pinchaba las ruedas directamente, A. puso un cartel traducido por él mismo con un mensaje parecido a “Antes de desinflar las ruedas usemos la lengua y hablemos”. En castellano bien, pero al traducirlo al italiano se usa una palabra que suena muy sexual, así que ha creado un descojone general con el cartel.
Siguiendo con el día 11... a la mañana en casa recogiendo cosillas y haciendo comida rica: pechuga de pollo, pimientos y patatas fritas. Si. Yo. Patatas fritas. Menudo espectáculo.
A la tarde al curro. Cenamos un poquito de pasta y chipirones rellenos. El sábado le enseñé a F. la foto de mi pincho de Chipirón a la Manuela del trabajo de Gestión de Cocina; así que decidió ponerlo en el menú de hoy en mi honor. Hoy ha tocado muchísimas pastelería: chantilly, volcanes, bizcochos... y emplatar muchos postres también. F. se ha puesto nervioso con un milhojas para un cumpleaños y cuándo se le ha caído la torre, lo he apartado y la he montado en cerocoma con toda tranquilidad. La cara de F. es un poema de felicidad al ver que he solucionado el problema con tanta rapidez.

Me veo una serie al llegar a casa y a la cama. 

martes, 18 de marzo de 2014

Día 10

Eso de levantarse con el sol entrando por la claraboya mola, pero a las 5 de la mañana con los gritos de mi compañera y la tele a voces, pues como que no. Al final le he pegado un chillo y he “dormido” hasta las 11. Me pongo a ver una serie y justo cuando le digo a mi madre que me iba a hacer pechuga de pollo para comer, los chicos me dicen de ir a un parque donde ponen comida peruana.
Ni Usain Bolt se viste más rápido que yo en este momento. En casi una hora estoy en el puente de la Carraia y vamos los cinco dando un paseo para el parque. Como no tenemos muy claro dónde está preguntamos por el camino, y parece que el chico tampoco tenía mucha idea, porque acabamos en un parque con un laguito y patos en el centro y un mercadillo de antigüedades. Es buena hora para dar una vuelta por allí: muebles, platos y vasos a montones, vinilos y hasta un plato para huevos rellenos.
Para cuando terminamos de verlo todo son las cuatro y tenemos un hambre mortal. Vamos camino al centro y paramos en un kebab para comer, Kebap según el garito. Estaba bueno a rabiar. Pasamos por el mercadillo del centro, la tienda heavy y acabamos en la tienda de Lindt babeando por todo el chocolate que hay ahí. Como va a anochecer pronto me dicen de subir con el autobús 7 hasta un mirador que hay más allá de mi casa, al norte. No tengo ni idea de dónde está eso, pero nos las arreglamos para llegar hasta allí; al menos A.O. y yo, el resto del grupo se separa e intenta subir por una cuesta hasta unas casas. Es precioso, muy oscuro ya, pero precioso. La luna es inmensa y se ve como rojiza. Saco un par de fotos, pero apenas se aprecia nada, así que hay que volver pronto pero con luz para poder ver cómo atardece.

Bajamos otra vez en el bus y el resto del grupo se monta para volver a casa. Yo voy andando con la música puesta y cantando por la calle. Hay partido, así que me cruzo con toda la gente que va al estadio. Me apunto un restaurante con horno de leña para volver un día a cenar pizza y sigo el camino. Me encuentro con el casero justo en la puerta, otro que se va al fútbol. V. sigue dormida, supongo que con una resaca mortal, así que me hago algo de cena, serie y a la cama, que mañana toca currar.

lunes, 17 de marzo de 2014

Día 9

Que no os asuste que lleve un par de días sin publicar, aún estoy aquí para seguir dando guerra.
Sábado sabadete y yo curro a la tarde, pero antes, toca hacer la limpieza general aprovechando que los caseros se han ido de viaje. Barrer, fregar y hacer el baño. Entre Vero y yo lo terminamos rápido. Nos vamos a la compra al Esselunga y vuelvo con huevos, pollo y palomitas para microondas. He decidido que voy a comer lo que quiera, sano y controlando el gasto, pero lo que quiera. Hoy toca garbanzos con tomate, rica proteína vegetal. Lo único malo de la mañana es que me he despertado sorda del oído izquierdo.
Descanso un poquito y me voy al curro. Me monto en el bus y cuando ya llevamos unos minutos, el conductor se levanta y nos avisa de que hay una manifestación en el centro y que dará un rodeo para no acercarse a la Piazza San Marco, justo mi parada. Pasamos por la Accademia y me bajo enseguida. Menos mal que me oriento bien y desde aquí se llegar al hotel. Incluso con el rodeo llego pronto.
Toca limpieza general también en la cocina, así que, estropajo en mano... ¡a fregar! Después de una hora y media todo está mucho mejor. Empiezo a hacer las patatas mientras F. prepara la cena. Cada uno coge un plato, se sirve lo que quiere y vamos al comedor a cenar todos juntos: los camareros P. y L., el chico para todo C., y F., A. y yo de cocina. Qué rico está todo, madre mía. E incluso me invitan a una cena uno de estos días, y a salir a tomar algo todos juntos, claro.
Esta noche hago tiramisú y bizcochos, y emplato varios postres tan bien que hasta F. se queda asombrado. Como hay pocos clientes, nos pasamos charlando casi todo el tiempo. Resulta que F. es más friki que yo. Eso de que los cocineros son serios es un mito, al menos en mi caso. Construye maquetas y le encanta el manga, los superhéroes y las pelis de ciencia ficción. Entretanto van llegando alguna mesa que otra, pero a las 22:30 termina el servicio. Recogemos todo y para casa.
La manifestación ya ha terminado, así que cojo el bus en San Marco y en un cuarto de hora más o menos estoy en casa. No hay nadie, así que supongo que V. habrá salido de fiesta. Me tomo un colacao calentito y me pongo a ver una serie. V. llega con 4 personas a la 1 de la mañana, todos bebidos. No podemos traer gente a casa sin permiso, y menos cuando no están los caseros, y aún así ella lo ha hecho. Menos mal que sólo han estado 10 minutos en casa, pero no me ha gustado nada la situación.


Para terminar el día con una sonrisa os cuento lo que me ha dicho F.: “Tú los primeros días muy seria, ahora hablas más. La semana que viene empiezas a cocinar. Y en mayo, tú una gran chef”.

viernes, 14 de marzo de 2014

Día 8

Día divertido en la cocina con más alcachofas, más cebolla y más tomates; y hasta he salteado un poco. Los primeros días pueden parecer aburridos y repetitivos, pero es normal que F. tenga que conocerme primero antes de empezar a confiarme más tareas. Y hoy ha sido un buen día: he practicado mis conocimientos de almacén y he hecho el pan y las masas yo solita. Y encima charlando todo el rato de los Vengadores, superheroes y películas. En resumen, una buena mañana.
La tarde me la he pasado en casa descansando. Hay que ver lo mucho que cansa estar de prácticas. En clase se da un servicio de cocina y dos de pastelería a la semana, pero se te hace corto. Llegan las prácticas y de repente estás cinco días en una cocina varias horas seguidas con miedo a que se te caiga algo, a quemarte, cortarte o incluso envenenar a alguien, quién sabe. Pero todo es cuestión de ir con calma. En los restaurantes saben que eres el típico pringadillo recién salido de clase sin idea alguna en una cocina de verdad. Mi consejo: no vayáis de listillos, id despacio con lo que os manden y “olvidad” lo aprendido en clase.
No se por qué, pero mientras escribo esto me estoy acordando de mis profesores y la cara que pondrán si leen esto. Menos mal que estoy muy lejos y que por las horas ellos estarán durmiendo. Y... no se me ocurre nada más que contaros ahora, así que, me voy a la cama.


P.D.: Suerte a los que están en Praga, espero que no estén sufriendo mucho.

jueves, 13 de marzo de 2014

Día 6 y 7

Ahora si que he cumplido todos los tópicos del cocinero en prácticas: he pelado y cortado patatas y picado cebolla como una carnero femenina. Y tomates, muchísimos tomates. En un momento entre tomate y tomate sorprendo a F. tarareando Star Wars. Parece que mi presencia en esta cocina estaba predestinada: un jefe rockero y friki, ¿algo más? Me han “enseñado” a hacer el pan y digo “enseñar” porque salvo el agua y la levadura va todo a ojo. F. me empezó a explicar cómo se hace el tiramisú, el auténtico tiramisú italiano, pero llegaron los clientes y tuvimos que parar. He de decir que el día de ayer no fue muy sonado en el trabajo, no se por qué, pero ninguno parecía estar muy bien consigo mismo.
Después del trabajo fuí al Lidl a hacer la compra y luego estuve un rato en casa, pero acabé saliendo a dar un paseo con V. Dimos la vuelta entera al complejo deportivo que tenemos cerca de casa, y cuándo creíamos que nos habíamos perdido... ¡un Esselunga! Si, ya se que es demasiada emoción sólo por un supermercado, pero es que en el Lidl no hay mucha variedad que digamos, y la calidad de algunos productos frescos deja mucho que desear. Entramos a mirar, o ese era el objetivo, porque acabamos saliendo con una cosa en cada mano. Preguntamos dónde está nuestra calle y resulta que estábamos justo detrás del Lidl. Manda narices, si lo llego a saber me vengo aquí directamente a hacer la compra. A casita y a cenar un buen sandwich de atún con mayonesa. Riiiiico.

Eso fue ayer, claro. Hoy el día ha ido algo mejor. He llegado antes que F. a la cocina y me he puesto a organizarlo todo. He podido practicas un poco en el almacén antes de ponerme a hacer el pan y las masas para mañana, y luego, más tomates, perejil, cebollas y espinacas. F. y A. no paran de hacer bromas entre ellos, y P. ya no pregunta para traernos el café, ya se ha aprendido cómo me gusta y todo. Ademas, por si acaso alguien se olvida de mi, me han enseñado a decir 'uno para mi también': “anch'io”. Muy útil.
Mañana me van a enseñar a saltear, y veremos cómo me ha salido el pan. La verdad es que F. se esfuerza mucho por enseñarme cómo hace él las cosas y corregirme si es necesario. No es el jefe serio y antisocial que me esperaba, y eso me gusta mucho. Hasta me ha dejado hacer una foto a la cocina, así que, aquí tenéis a Espumadera.



La tarde ha ido tranquila, hasta he rascado virtualmente a mi niña. He cenado patatas fritas con huevo y mayonesa cocinadas por V. Este finde cocino yo, ea.

P.D.: Ya llevo aquí una semana y no he muerto ni matado a nadie, creo que voy bien.

miércoles, 12 de marzo de 2014

Día 5

Creo que me podría acostumbrar a levantarme sin necesidad de poner el despertador si me despierta esta luz mañanera entrando por la claraboya. Desayuno y a la calle, que no quiero llegar tarde mi primer día de prácticas.
Llego al restaurante y sólo está F., el chef. Me cambio rápidamente y empiezo a trabajar. Recuerdo cómo me reí cuando mis compañeros me dijeron que iba a limpiar alcachofas como una mula... qué razón tenían los muy... Después de lidiar con estas malas hierbas toca un poco más del tópico del cocinero en prácticas: pelar ajos y picar perejil. No os voy a contar todo lo que hago porque sería aburrido. En resumen, preelaboro lo preelaborable. Momentazo brutal cuando me saca un langostino y me pregunta si sé lo que es. Para cuando me quiero dar cuenta, empieza el servicio. Observo todo lo que hace el chef y voy apuntando cómo se emplata cada cosa. Incluso llega el momento de aprender a hacer fruta preparada. Yu ju, mi pasión hecha realidad. El chef me prepara un plato de pasta con verduritas que está de muerte. ¡Qué cosas más ricas hacen aquí! Y encima P. nos trae café de vez en cuando. Mi estómago está enamorado.
F. me llama de repente, me planta una sartén en la mano y hala, a cocinar. Preparo un Mazzacolle in guazzetto: unos langostinos salteados con salsa de tomate fresco sobre una tostada de pan casero, decorado con un espagueti frito y perejil. Tiene una pinta cuajanuda.

Recogemos y limpiamos y me mandan para casa. Estoy tan contenta que ni el sofá que ocupa toda la acera puede pararme. Lo salto por encima y me doy una vuelta por la ciudad. Me acerco a Asterion, la tienda friki que está cerca del Duomo, y después de mirar y secarme las babas cada dos por tres veo un cartel del Campeonato de Viajeros al tres. Es justo el 30 de marzo, así que creo que me apuntaré. Así puedo conocer gente con mis mismos gustos por aquí y hacer amigos (o enemigos, quién sabe). De camino a la parada del bus entro en la tienda de Lindt. Menuda variedad de chocolates... todas las babas que me quedaban de Asterion las pierdo aquí. Tengo que volver a este paraíso sin duda.
Cojo el bus a casa y aunque la tarde es larga, no hago mucho más que descansar, hablar con familia y amigos y ver Supernatural.


Espu se lo ha pasado muy bien en la cocina. Todos se han alegrado mucho cuando les he dicho que me gustada el heavy metal, y hasta me han invitado a irme de bares con ellos algún día. Espu se viene, por supuesto.

martes, 11 de marzo de 2014

Día 4

Toca un día de nerviosismo puro. Me tiro la mañana terminando el diccionario y pensando si no será muy pijo lo que me pongo para la entrevista, qué tengo que comprar para la cena, adónde tengo que ir... Acabo comiendo una ensalada riquísima y poniéndome lo que tenía pensado. Para mi madre estoy muy guapa, pero claro, para todas las madres sus hijos están siempre guapos, así que no cuenta mucho.
Salgo pronto de casa, ya que los 40 minutos andando no me los quita nadie. Cerca de la Accademia compro por fin el bono mensual de autobus. Una preocupación menos. Llego antes de lo esperado y me encuentro con B., una compañera de Gamarra; y da la casualidad de que vive cerca de mi, así que habrá que quedar algún día.
G. me acompaña a hacer la entrevista, y menos mal, porque mi italiano sigue siendo macarrónico. Conozco a Sor Jefazo, al chef y a uno de los camareros. Todos son majísimos, así que espero tener una buena experiencia aquí. El jefe nos invita a café durante la entrevista. Si el café del otro día era gloria bendita, este es el mismísimo Dios.
Al salir, voy paseando por el centro un buen rato, disfrutando de la tranquilidad de la ciudad, sin prisa. Paso por una tienda heavy ¡yeah! Sigo paseando y... ¡otra tienda heavy! ¡Y aún más molona que la anterior! El dependiente me mira como si no pintara allí. Malditos prejuicios y maldita ropa de entrevista. Pero bueno, por muy mal que me mire no tiene ni idea de los grupos por los que le pregunto, así que con el chasco en el cuerpo, salgo y sigo paseando. Como ando un poco perdida pregunto a una señora por la calle que me llevará a la estación central. Espero al bus, y mientras me doy cuenta de una cosa: los autobuseros conducen de pena, eso si, si te ven corriendo, te esperan hasta que llegas con la puerta abierta. Vuelta a casa, cena y a prepararse para el día 5.

Hoy Espu no tiene foto, así que os dejo una de las muchas señales que dirigen el tráfico en Florencia.

lunes, 10 de marzo de 2014

Día 2 y 3

La mañana de nuestro segundo día consiste en ir a comprar las cosas básicas del piso. En todos hay fregona, escoba... pero hay que aprovisionarse con detergente, papel higiénico, etc.  
Comemos y nos preparamos. Hoy toca salir a los puentes pero con objetivos distintos: vamos a buscar una tienda y después a cenar con los compañeros. La tienda, por supuesto, no la encontramos ni a tiros, pero al menos Espumadera tiene su foto con el Puente Vecchio detrás (que mona está sonriendo para la cámara).

Vamos camino de Borgo della Stella número 9, pero no la encontramos. Vueltas y más vueltas y no logramos dar con ella. Preguntamos a una pareja con nuestro italiano macarrónico y debemos tener cara de pena porque se meten en una tienda para que nos busquen el mapa. Tanta vuelta y resulta que es la calle en la que hemos sacado una foto y de la que hemos pasado porque estaba un poco desértica. Con cautela nos adentramos en la callejuela y después de pasar el portal 1, 5, 3, 5 otra vez y el 7, llamamos al 9. Subimos al piso de A., A.O., S. y N. Tienen un salón super grande con tele, sofá y comedor, y el armario de las chicas es tan alto que llega hasta el techo. Los chicos y nosotras salimos a la compra mientras las chicas reciben la visita del casero. A. nos cuenta que se ha comprado una bici en una tiendecita cercana. Le ha costado 80 euros, pero el vendedor le ha dicho que si se la “devuelve” cuando volvamos a Vitoria, se la compra por 40. Aunque claro, también se puede acercar a la uni y venderla por allí. El tiempo dirá que pasará con la bici.

Volvemos a su casa, no sin antes sacarnos una foto con la magdalena gigante, y nos ponemos manos a la obra. 5 cocineros trabajando mano a mano, despiezando dos pollos, cortando cebolla y pimientos, cocinando... una delicia de momento. A. prepara la cena: fajitas de pollo y pizzas para rellenar. ¡Qué mano tiene el chaval! ¡Que bien cocina el jodio! Cenamos los seis en el salón y charlamos y charlamos hasta la 1:30 de la mañana. Ellos salen a dar una vuelta, pero nosotras nos volvemos a casa, que tenemos una hora de camino.
Pijama y a la cama.



El día 3 es muy aburrido porque estuvimos en casa curándonos las agujetas y haciendo diccionarios de cocina, así que os cuento un poco de información que os será útil.
Ya he mencionado el tema del teléfono, así que toca transporte y supermercados:
  • Supermercados: COOP y ESSELUNGA son de buena calidad y a precio muy asequibles. O eso nos han dicho. Aún no he explorado lo suficiente mi barrio, así que no sé si hay alguno cerca para comprobarlo. Nosotras compramos en el Lidl, pero los compañeros con los que cenamos el segundo día compran en Penny Market. Es recomendable hacerse la tarjeta de socio de este súper, ya que ofrece descuentos y ofertas muy interesantes. Y por supuesto, siempre tenemos la opción de comprar en tiendas de barrio o en el Mercado. Personalmente, la fruta y la verdura me gusta del mercado, te evitas intermediarios y la calidad es buenísima. Lo único que hay que hacer es atreverse a acercarse allí, pedir las cosas en italiano (que no es muy difícil) y luego cargar con la compra hasta casa.
  • Transporte: aparte de los taxis, aquí se lleva mucho el autobús. La red de lineas es extensísima, puedes ir a cualquier parte con autobuses bien directamente o haciendo trasbordo. El autobús de aquí es algo distinto. La primera y última puerta son para entrar al bus, y la del medio para salir. El billete también es distinto: va por tiempo. Un billete cuesta 1.20€, se compran en estancos, bares... y sirve para 90 minutos. Es decir, puedes coger todos los autobuses que quieras en hora y media por 1.20. Los billetes que se compran en el mismo bus valen 2€ porque es como una especie de multa. El conductor no está obligado a tener ni vender billetes dentro del bus. También existen los bonos de 10 viajes, 20, 30... y el bono mensual, que cuesta 35 euros y con el que te puedes montar en todos los buses que quieras desde el día 1 del mes hasta el 30/31. Los billetes se validan dentro del autobús, la máquina te marca en día y la hora para que recuerdes y cuentes los 90 minutos, y en el caso del bono mensual, sólo hace falta validarlo la primera vez que se monta en el bus, guardar el bono en la cartera y no volverlo a sacar hasta que caduque a final de mes. Si no se lleva billete o no está validado, las multas ascienden a más de 50€. Ya sabéis, chicos, no os olvidéis del billete. Además, no sólo sirve para el bus, sino también para el tranvía y para los trenes regionales o cualquier combinación entre los tres.


Y con esto y un bizcocho, Espu y yo hasta mañana a las ocho.

sábado, 8 de marzo de 2014

Día 1


Lo malo de llegar a un país extraño son las reuniones a primera hora justo el día después del viaje. Me levanto a las 7.45 y despierto a Espumadera. Preparo mochila y para la Accademia. 45 minutos a pie, si, pero el macchiato que tomo para desayunar sabe a gloria bendita. ¡Qué rico! Subo a la reunión donde nos informan que después de esa tenemos otra en el centro, así que, en cuanto termina, nos ponemos en camino. Reunión cortita y paseo por el centro. Fotos y más fotos al Duomo. Pasamos por una callejuela y... ¡una tienda friki en Florencia! Ñiiiiiiiii, ¡¡alucino!! Mis compañeros siguen adelante, pero me quedo con la calle para volver otro día más tranquila.
Nos acercamos a una tienda de telefonía, pues nos han dicho que deberíamos hacerlos un número italiano por si tenemos que llamar a la empresa para avisar de lo que sea o que ellos nos avisen a nosotros. Hay ofertas muy asequibles y todos acaban con una tarjeta salvo yo.
Estudiantes que os vais de Erasmus/Leonardo, por favor, no llevéis un móvil que no sea libre.
Como buenos estudiantes de Dirección de Cocina que somos decidimos acercarnos a un mercado central, el más auténtico de Florencia. La fruta y verdura tiene una pinta estupenda y dentro del mercado encontramos carnicerías con un sin fin de variedad de producto. Maravilloso.
Una vez hecha la compra, a casa. Hago una ensalada con esa magnífica lechuga y esos magníficos tomates que he comprado y comemos la cena de ayer.
Toca descansar un poco. Pero sólo un poco, ya que a las tres de la tarde estamos ya camino del río. Justo al llegar y sacar la cámara de fotos me doy cuenta de que Espumadera está plácidamente durmiendo la siesta en la mochila de esta mañana, así que no habrá documentos gráficos de ella en los puentes, al menos por ahora. Empezamos a caminar a lo largo del río, pasamos por un parque, mi compañera de cuarto confunde a un conductor de autobús con el segurata de otro parque, y seguimos paseando. Llegamos por fin al puente Vecchio.


Seamos claros: el puente es feo, arquitectónicamente curioso, pero feo. Casas apiñadas en un puente, un pequeño espacio de balconada y arcos y más casas. Eso si, en cuanto empiezas a cruzarlo alucinas: tooooodas las joyerías habidas y por haber están aquí. Escaparates que brillan con luz propia, miles de joyas a cada cual más bonita te hacen pegar la cara al cristal. Y claro, es normal preguntarse cómo será esto de noche, cómo cierran estas tiendas tan expuestas aparentemente. La respuesta viene de arriba. Alzamos la cabeza para contemplar una especie de ventanas de madera y metal que se cierran sobre los escaparates y los dejan sellados a cal y canto. Curioso donde lo haya.
Avanzamos más allá del puente Vecchio, pasamos por una tienda de juguetes de madera y nos encontramos con un edificio enorme de piedra naranja que preside una plaza con decenas de estudiantes ojeando libros o tomándose un helado. Me quedo totalmente boquiabierta, sobre todo porque la plaza me recuerda a algo pero no acabo de dar con ello. ¡Clinc! Esto es clavadito a una de las ambientaciones del Guild Wars. Aunque mi compañera no lo entiende, yo me sigo riendo. Este sitio queda apuntado en la lista de cosas que ver a fondo.


Estamos algo cansadas ya, aunque parezca poco, llevamos unas dos horas y media andando sin parar, así que nos ponemos a buscar una tienda específica que vio V. la semana pasada. Una hora y no hay forma de dar con ella así que decidimos poner rumbo a casa. Nos topamos con el Hard Rock Café. Otro sitio para la lista. Y antes de seguir adelante nos desviamos un poco para ver la Plaza de la Señoría, y por supuesto, todas las esculturas preciosas que rodean uno de los flancos de la plaza. Ya está anocheciendo por lo que apuntamos también en la lista este sitio. Seguimos camino a casa y mira que me oriento bien pero... ¡pum! Perdidas por Florencia. A pesar de haber seguido el río, nos hemos pasado nuestro cruce, así que nos toca dar un rodeo enorme para poder llegar a casa. No tenemos ni hambre de todo lo que hemos andado hoy, así que nos ponemos una peli y charlamos un rato.
Me da a mi que Espumadera está un poco enfadada conmigo por habérmela olvidado porque no me habla, pero bueno, espero que mañana se le pase.

Ibuprofeno para las agujetas.


L&Espu.

viernes, 7 de marzo de 2014

Día 0

Espumadera estaba nerviosa, pero nada comparado con el miedo de si la maleta pasará el control de peso o no. Viaje en coche hasta el aeropuerto y nos encontramos allí con nuestros compañeros. Cola para facturar y... ¡pasa la maleta! Comemos algo y hala, p'adentro. Ahora que estamos los seis alumnos reunidos es hora de sacar a Espumadera y presentársela al grupo. (Redoble de tambor). ¡Les encanta! Es la mascota oficial de la estancia y como tal tiene ciertos privilegios, así que le toca ventanilla.

El viaje a París se nos hace corto, pero la espera hasta el siguiente avión es algo cansina. El vuelo a Florencia ya es muchísimo más cansado. Llegamos al aeropuerto y salimos a buscar transporte. Cuatro de nosotros viven juntos y cogen un taxi. Una compañera y yo cogemos el bus hasta la estación central, veo a mis primeras señoritas de compañía italianas por el camino, y al llegar allí nos separamos. Ante mí surge la gran duda: ¿seré capaz de hacerme entender por teléfono con mi casera? Chan chan chan chan... ¡Éxito, yeah! Mi madre ha insistido en que coja un taxi a partir de aquí, pero, ¿qué hago yo?, Buscarme la vida e ir a lo barato: bus. Tras preguntarle al conductor de autobús, que aunque no os lo creáis en italiano se dice 'autista', me dirijo a Via Panzani. La primera parada del bus no es la mía así que sigo hacia adelante a ver si la encuentro y... nope. Pero eh, primera foto de muchas al Duomo. Hasta de noche, después de un día de no parar, aviones varios y sin iluminación me quiero quedar en esa baldosa para siempre. Peeeeeero, no se puede, y he llegado al final de la calle así que, vuelta. Resulta que mi parada está justo enfrente de la parada que había visto al principio de la calle. Si, soy idiota, pero he visto el Duomo en mi primera noche. La espera al bus se me hace eterna, pero un bonito altercado policial me distrae hasta que llega el bus. Subo como puedo las maletas y me coloco cerca de la puerta de salida. Para mi tranquilidad, una pantallita anuncia las siguientes paradas. Paradas que parecen no estar en ningún sitio. El autobusero para donde “le apetece” y pega unos bandazos de la leche. Para los que me entiendan: el Autobús Noctámbulo se inspiró en Florencia seguro.
Por fin llego a mi parada, ando unos metros y llego a la que durante dos meses y medio será mi casa. Llamo y baja a ayudarme C. con la maleta. Subimos hasta el primer piso, entramos y seguimos subiendo una vez dentro. Hola ático. Me empiezan a ofrecer cosas para beber y para comer, pero yo no puedo ni con mi alma.
Comparto habitación con V. Es tan maja que no solo me ayuda con la maleta, sino que también me ha hecho la cena. Desgraciadamente, esas albóndigas se quedan para el día siguiente. Deshago un poco la maleta mientras V. me cuenta que P, mi casera, estaba muy emocionada porque yo hablaba muy bien italiano. Parece ser que eso de pensarse la frase para soltar en una llamada me ha sobrecualificado, pero tranquilos, sólo logro chapurrear palabras sueltas... aún. Entrego regalos (cómo no, Vasquitos y Neskitas de Goya) y consigo contactar con mi familia para que sepan que no he muerto. Y como el día no ha sido precisamente corto, a la cama.
Tranquilos, sé que os preocupáis por Espumadera, la verdadera protagonista de este blog, pero durmió plácidamente en el bolso donde ha viajado todo el día.

Lametones de cebra

L&Espu.